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19 abril 2012 4 19 /04 /abril /2012 10:37

Uno de los rasgos característicos de la transición de la ciudad medieval a la villa moderna, es el desarrollo de plazas mayores. Concentrarán la actividad administrativa, parroquias, mercados públicos, actividades festivas y de ocio, etc. Pero en las localidades rurales navarras, la idea de crear estos espacios se adapta más a la cotidianeidad local que a planes urbanos a priori.

 

Plaza del Castillo (Pamplona)  

Plaza del Castillo (Pamplona)

 

Los Austrias y la idea de una plaza mayor 

Auspiciado por la monarquía en el s. XVI, el desarrollo es estos espacios públicos es un proceso muy largo, más claro en el s. XVII-XVIII, aunque dista de ser un fenómeno uniforme. Con frecuencia, supone la consolidación definitiva como plazas permanentes de antiguos espacios abiertos, que habían estado destinados regularmente a mercados.

Este proceso se combinaba con una obligación (leyes de Toledo de 1480, y de Sevilla de 1500) que se impone a los Concejos (los antiguos Ayuntamientos): disponer de casa propia adecuada, que será emplazada generalmente en los espacios de mayor concurrencia, espacios significativos que suelen coincidir con los de estas nuevas plazas. 

La complejidad de la trama urbana rural 

Delimitar las características y la evolución histórica de estas plazas en el entorno rural no es tarea fácil. Con la excepción de localidades de cierto porte y trascendencia, en general es difícil establecer cronologías sobre el urbanismo y construcciones rurales. Los patrones urbanísticos identificados en las ciudades suelen chocar en localidades menores con la realidad del protagonismo de la propia idiosincrasia local, con modificaciones urbanas a ritmos diversos, fruto de la vida local más de que de planes a priori. 

Las plazas mayores en la Navarra de los siglos XVI y XVII 

En el caso navarro coincide con un momento de relativa efervescencia constructiva. Por citar un caso, en Estella y su entorno, un momento de gran fuerza comercial favoreció el florecimiento de construcciones renacentistas y de los inicios del barroco.

Pero es un fenómeno bastante menos claro y ambicioso en las pequeñas localidades rurales navarras. Estas nuevas plazas no suelen tener detrás proyectos urbanísticos monumentales ni complejos (quizás con alguna excepción, algo tardía, como la de Villafranca), más allá de la acumulación de edificios públicos (sedes de los concejos), parroquias, algún bloque de cierto porte, etc. 

Debemos entenderlo más dentro de una búsqueda de mejoras y soluciones parciales, que como la expresión de planes globales. Se suma a otras medidas, como la demolición o reforma de estructuras defensivas, la edificación de sedes de los concejos o ayuntamientos, la reordenación de espacios con fuentes, el empedrado de calzadas, etc.

Arellano es uno de los que mejor conservan en la plaza un conjunto urbanístico de esta época, con su ayuntamiento renacentista a la cabeza. Sangüesa aprovechará para crearla en el s. XVI, el patio y parte del solar del antiguo castillo-palacio de la monarquía navarra. En localidades como Cascante, los templos renacentistas se elevarán de nuevo cuño en estas plazas, consolidándolas como tales. Es frecuente que la calle Mayor o una de la arterias principales de las localidades las atraviese o flanquee (Allo, Dicastillo, Cascante, Sangüesa, Lumbier, Viana). 

La adaptación y gestación de un rasgo urbano propiciado desde arriba, desde la Monarquía de los Austrias, como es el de las plazas públicas, depende así de un tejido urbano rural construido en el día a día “de abajo hacia arriba” por sus habitantes, y que las entidades locales y administraciones superiores consagraban, dando carta de naturaleza oficial a estos espacios. 

Un proceso de conformación de espacios públicos que perdurará con la monarquía borbónica, hasta bien entrado el s. XIX. Durante siglos, en ellos se articulará lo cotidiano, se tomarán las decisiones trascendentes, se oficiará lo religioso y se celebrará lo festivo, hasta convertirlos en un elemento imprescindible de cohesión e identidad en la vida local, y básico para la comprensión de la historia rural local.

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