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25 abril 2022 1 25 /04 /abril /2022 11:19
El abrigo mesolítico de Aizpea (valle de Aezcoa, Navarra) y su enterramiento

Ubicación

El abrigo de Aizpea está situado en un frente calizo orientado hacia el S/SE, muy cerca de la localidad de Arive, en el valle pirenaico de Aézcoa, a 699 msnm, en la orilla derecha del río Irati. En dicho frente, a mayor altura y próximas al abrigo, se abren dos cavidades con escasas evidencias arqueológicas: la cueva de Aldasatxea o de Arive (en los sondeos sólo se localizaron escaso restos cerámicos) y el covacho de Aizpea (algunos restos óseos humanos dispersos en superficie).

El abrigo se sitúa a 30 m de distancia y sólo unos 10 m por encima del curso actual del río Irati. Todo parece indicar que el abrigo careció de visera natural, y que la protección que ofrecía se complementó con alguna estructura (tienda, cabaña)

Buena parte del yacimiento fue destruido en la construcción de una carretera en los años 30 del s. XX . Lo conservado tenía una potencia de entre 160 y 220 cm.

Territorio, modos de vida, aprovechamiento del medio y conexiones con otras comunidades

Aizpea muestra un cambio de dinámica en los modos de vida de las comunidades de cazadores-recolectores, previas al gran cambio del Neolítico. Como en otras zonas , convive la conexión a media-larga distancia identificada en las similitudes tecnomorfo-tipológicas entre objetos distantes, y el uso de materia prima (sílex, conchas) de procedencia lejana o muy lejana (sílex de la franja costera atlántica francesa, de Urbasa, y del Valle del Ebro; conchas de Collumbella rustica del Mediterráneo), con la tendencia a la sedentarización, marcada sobre todo en el Mesolítico, facilitada por un clima más suave y una biodiversidad rica que ofrece una necesidad menor de desplazamiento para obtener recursos en el contexto boscoso.

En un radio de 5 km podían encontrar una gran variedad de recursos. Su territorio interactúa con el territorio de la cueva de Zatoya, situado a 10 km al E. Ambos parecen relacionados, según Tarriño, con la cantera de sílex de Artxilondo ubicada 12 km río arriba, origen del 99% del sílex utilizado.

En los distintos nichos ecológicos del entorno encontraban toda la variedad de animales recuperados en la excavación: ciervo (claramente el más frecuente), corzo, jabalí, cabra montesa, uro, sarrio). Las piezas cazadas eran traídas enteras y despiezadas (hay marcas de corte de despiece). Pescaban truchas y barbos de ríos cercanos (se han recuperado anzuelos biapuntados), y salmón de los ríos de la vertiente atlántica navarra situados 15 km al N del abrigo. Cazaban aves como las anátidas y ardeidas. También recolectaban frutos del bosque (avellanas, serbales, y manzanas silvestres).

En el contexto climático de la transición entre el final del Boreal y la primera mitad del Atlántico, como muestran los datos de la excavación (fauna, restos de carbón de los fuegos localizados, etc.), los sucesivos habitantes del abrigo vivieron en un clima inicialmente más frío (pino), que deriva a uno más templado de clima caducifolio, (robles, hayedo, etc.) para llegar a un contexto de relativa disminución del arbolado y predominio del monte bajo (y presencia marcada de especies como espino, endrino, boj).

Todos los datos apuntan, para la investigación, al uso del abrigo por las comunidades mesolíticas durante buena parte del año, pero fuera quizás del periodo invernal.

La abundancia de restos de talla (a pesar del grado de destrucción del yacimiento 14.000 restos de talla), los 540 útiles retocados (la mitad de ellos microlitos), los cantos rodados con huellas de uso, parecen mostrar una intensa actividad de talla. Los fragmentos de huesos distales de uro pueden ser indicio de la producción de pieles y cueros para las necesidades del grupo.

A ello se añaden los elementos de adorno (dientes perforados, conchas de Collumbella), los útiles de hueso (punzones, espátulas, anzuelos, azagayas). Restos de limonita y oligisto sugieren el uso de colorantes.

Los restos materiales, los datos estratigráficos, las dataciones obtenidas, etc., indican tres horizontes de ocupación:

  • Aizpea I (7790+/-70 hasta 7160+/-70 BP), fase antigua del Mesolítico geométrico;
  • Aizpea II (hacia el 6830 BP en su parte central), fase avanzada del Mesolítico geométrico (incluye un enterramiento);
  • Aizpea III (hacia el 6370 BP en su parte inferior), regresión de los geométricos, y aparición del Neolítico;

Enterramiento

En la excavación del horizonte de Aizpea II se localizó un enterramiento de una mujer de unos treinta años, con una fecha de 6600+/-50 (GrA-779).

Su esqueleto indica una anatomía grácil, pero las acusadas inserciones musculares muestran una fuerte actividad física. Su altura es similar a la de las mujeres del Mesolítico Occidental.

Vivió en un medio de media montaña, agreste y accidentado, lo que explicaría los cambios degenerativos de algunas partes de su anatomía (por uso reiterado de articulación escápulo humeral y coxo-femoral). Era diestra. Hay indicios de una flexión reiterada del codo derecho.

Su mandíbula muestra discretos rebordes artrósicos en cóndilos mandibulares. Tal vez pueda relacionarse esto con el elevado número de caries y su ubicación, todo lo cual indicaría el elevado consumo regular de alimentos ricos en carbohidratos susceptibles de adherirse a los dientes, en una dieta de clara predominancia vegetariana.

En cuanto al ritual funerario, fue enterrada en posición flexionada, tumbada sobre el lado derecho y con la cabeza orientada al SW y los pies al NE, en una fosa simple paralela y cercana a la pared del fondo del abrigo. Carece de ajuar. Es posible que, tras rellenar la fosa con tierra, sellaran el enterramiento con bloques de piedra.

A pesar de la diferencia cronológica, el entorno ecológico y modos de vida explicarían las similitudes con los rasgos anatómicos del esqueleto localizado en el otro enterramiento prehistórico de la zona, ubicado en un valle vecino a 15 km siguiendo el relieve: un individuo varón que vivió hace aprox. 11.700 BP descubierto en la cueva de Loizu.

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7 junio 2018 4 07 /06 /junio /2018 14:57

El seguimiento arqueológico de la explotación de una mina a cielo abierto en SCHÖNINGEN (Baja Sajonia, Alemania, en el extremo norte del Macizo del Harz), ha permitido localizar un buen número de yacimientos pleistocénicos y holocénicos. Analizaremos aquí de ellos una veintena de sitios, datables a finales del Paleolítico Inferior. Se les asocia a grupos humanos del Homo Heidelbergensis, que habitaban lo que entonces era la franja costera de un gran lago. .

Su importancia radica en el excepcional grado de conservación de materiales orgánicos en la turbera, que ha permitido recuperar útiles de madera, restos de fauna de todo tipo, vegetación. Y en la información precisa que nos aporta sobre modos de vida de esa época

Datación cronológica

Schöningen vivió una sucesión alternante de ciclos interglaciares/glaciales (Schöningen I-VI), en un largo periodo entre el Holsteiniano hasta el Holoceno. La mayoría de los sitios paleolíticos en Schöningen se localizan estratigráficamente, entre los depósitos de Glaciación de Elster y de la glaciación de Saale. Sobre los sedimentos de los depósitos pleistocénicos más antiguos se han documentado una serie de seis canales de erosión, y sus sedimentos asociados.

Por el momento, geología, palinología y paleontología indican que el antiguo lago, y los restos arqueológicos (con diferencias entre los yacimientos), se sitúan en periodos interglaciares, más cálidos, hace más de 300.000 años. Y, más en concreto, dentro de las etapas de isótopos marinos (MIS) del paleoclima, en el MIS 9, un periodo interglacial cálido que comienza hacia el 337.000 BP (varios estudios de 2017 sugieren un inicio algo anterior al MIS 9).

Conservación excepcional

El grado excepcional de conservación de los yacimientos de este periodo  se debe al rápido cubrimiento y sellado de las capas arqueológicas con lodo del lago adyacente. Hasta que empezó la extracción hace unos 30 años, estos hallazgos estaban debajo de una capa freática natural. A unos diez metros por debajo de la superficie actual, en lo que fue el borde de un antiguo lago, se dan las condiciones ideales de conservación en la turbera Muddeschichten. Está constatada la presencia humana en las cinco secuencias de sedimentación o riberas del lago.

La preservación de materiales orgánicos en la turbera ha permitido recopilar muchos más datos de los habituales, y mucho mejor conservados. En la fauna se constata la presencia de grandes mamíferos: herbívoros (elefantes, rinocerontes, caballos, uros, bisontes, ciervo rojo…), o carnívoros como el león. Y también anfibios, reptiles, conchas, e incluso escarabajos. De la vegetación, se conservan ejemplares completos de pinos, abetos, árboles de aliso negro, piñas, hojas, polen y semillas de la flora circundante. Ello permitió también conservar en perfectas condiciones útiles que casi nunca se preservan, como los hechos en madera.

El entorno paleolítico

Durante el óptimo climático Interglacial de Reinsdorf, el paisaje parece haber sido relativamente abierto, con algunas partes cubiertas de bosques. Hay evidencia clara dentro del interglacial de Reinsdorf de una considerable complejidad climática, con un óptimo térmico inicial seguido de dos interestadiales más fríos. Los datos del polen y la paleontología (de los sitios 12B y 13II-4) pertenecen a una fase de bosque mixto de roble que se cree representa el óptimo climático, reflejando partes posteriores del interglacial y brindando una imagen contrastante de pastizales abiertos y bosques boreales.

Dentro de la complejidad de un entorno cambiante, vemos la evolución del paisaje y del clima. El lago interglacial fue llenado gradualmente por sedimentos laterales desde el oeste, mediante pequeños sistemas de delta, con disconformidades ocasionadas por fluctuaciones repetidas en el nivel del lago. La sedimentación y la fauna indican la evolución y cambios, momentos templados y otros de fases frías que anuncian el fin del interglacial. En los inicios encontramos de elefantes del bosque (Elephas antiquus) y rinocerontes (Stephanorhinus kirchbergensis). Conforme se asienta un clima más templado aumenta la proporción de fauna adaptada a esas condiciones, como el uro (Bos primigenius), el bisonte (Bison sp.), el ciervo rojo (Cervus elaphus) y el caballo (Equus mosbachensis). En la secuencia de sedimentación 4 encontramos una estepa muy abierta con presencia de caballos (Equus mosbachensis). Y la secuencia de sedimentación 5 muestra una fase más fría y más seca que anuncia el final del Interglacial Reinsdorf o el comienzo de la Era Glacial de Saale.

Yacimientos

De la veintena de yacimientos localizados de esta época destacan:

Schöningen 12 A y BDestaca por el hallazgo de: restos de madera (en el 12 B1) que corresponden a útiles complejos, hechos de madera de abeto, de difícil interpretación. Las incisiones que tienen permiten elucubrar su uso para insertar útiles de sílex. SE han recuperado un centenar de útiles de sílex, y abundantes huesos de fauna de clima cálido, como el elefante de bosque (Elephas antiquus), rinoceronte de bosque (Stephanorhinus kirchbergensis), caballo salvaje (Equus mosbachensis), ciervo (Cervus elaphus), corzo (Capreolus capreolus), auroch (Bos primigenius), salvaje - cerdo (Sus scrofa), dos especies de oso, león (Panthera leo), castor (fibra de castor), castor viejo (Troviertherium cuvieri) y una comadreja indefinida (Mustela sp.)

En Schöningen 12 B1 se localizaron en 1992 varios posibles ejemplos.

Schöningen 12 IISe recogieron algunos útiles líticos, numerosos huesos de gran fauna, y madera de los antiguos bosques en la zona. Entre los hallazgos especiales, muy completo, uno de los uros más antiguos de Europa Central. Destaca un grupo de huesos golpeados por una parte y luego suavizados por el uso por otra parte, algunos con un extremo fuertemente redondeado. Se elucubra con su uso como bastones de excavación, para alcanzar raíces, tubérculos, insectos u otros alimentos. Pero algunos huesos están muy pulidos para usarlos solo como palos de excavación. Los investigadores apuntan hacia el procesamiento del cuero, ya sea para vestimenta, tiendas de campaña, etc. Una vez liberadas de la carne las pieles y el cuero mediante el uso de raspadores, el tratamiento más fino seguramente se hizo con útiles de madera o huesos.

Schöningen 13 I De sus dos capas, la inferior comprende el complejo estratigráficamente más antiguo. El análisis polínico y estratigráfico lo atribuye a Holstein Interglacial. Hay huellas de posible uso del fuego, algunos restos líticos, y restos de mamut (Mammuthus trogontherii), caballo (Equus sp.), Bisonte (Bison sp.) y ciervo rojo (Cervus elaphus). Sobre ella, un nivel sin indicios antrópicos, con restos de bisonte y las huellas de ciervos, caballos, bovinos, rinocerontes y elefantes.

Schöningen 13 II Numerosos sitios arqueológicos, excavados entre 1994 y 2012, se resumen bajo la designación Schöningen 13 II. El más destacado es Schöningen 13 II-4, el llamado "CAMPAMENTO DE CAZA DE CABALLOS SALVAJES" en el que se localizaron los restos de más de 20 caballos (95 % de los huesos). Les siguen los restos de bovino, uro o bisonte, con un 3%; y los ciervos, probablemente el ciervo rojo, con un 2%.

Hay indicios de cuatro posibles hogares. La mayoría de los datos subrayan el uso de este campamento para la caza y aprovechamiento, procesamiento y la manipulación de los animales cazados. Muchos huesos mostraron indicios (cortes, incisiones, raspados, huesos machacados) de manipulación para extraer piel, carne y médula. Los datos apuntan a un trabajo colectivo, en el que se manipulan caballos enteros. La industria lítica localizada (destacan los raspadores) presenta útiles terminados, parcialmente revisados ​​y post-retocados. Casan perfectamente con la fauna localizada, el análisis de la representación de partes del esqueleto, las incisiones y raspados visualizados en los huesos recuperados, muchas ligadas al descarnado. Los huesos manipulados, identificados como percutores, serían usados para mantenimiento y retoque de herramientas durante la manipulación de la caza. Las ocho lanzas arrojadizas de madera de abeto (menos una de pino) encontradas, con una datación (U / Th) de aprox. 280000 a 350 000 años. En muy buen estado de conservación, su estudio muestra que usaron troncos delgados y rectos cuidadosamente descortezados y enderezados, de entre 1,82 y 2,25 metros, con un diámetro entre 29 y 47 milímetros. Su diseño lleva a pensar en su suso como armas arrojadizas. El mayor diámetro en e tercio delantero del arma, su centro de gravedad, el ahusamiento posterior, guarda semejanzas con el diseño de las actuales jabalinas de competición.

Todo parece reflejar el aprovechamiento sistemático del medio, la caza sistemática y organizada de grandes mamíferos, sobre todo de manadas de caballos, y la explotación organizada de su carne, en el entorno escénico de la orilla pantanosa de un lago al que grupos de animales vendrían regularmente a beber y vadear. Algo que asumimos sin dificultad para el Paleolítico Superior, pero que sólo a raíz de hallazgos como los de Schöningen se ha admitido para un periodo tan antiguo en Europa como el del Homo Heidelbergensis.

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7 junio 2018 4 07 /06 /junio /2018 11:57

El seguimiento arqueológica una mina a cielo abierto en SCHÖNINGEN (Baja Sajonia, Alemania), ha permitido descubrir un gran cantidad de yacimientos. Destacan por su importancia una veintena del Paleolítico Inferior, ubicados en lo que hace cientos de miles de años era la franja costera de un gran lago. Se les relaciona con el Homo Heidelbergensis, y han aportado datos importantes para conocer mejor los grupos humanos en esa época, entre los que destacan los del llamado campamento de cazadores de caballo salvajes y sus famosas lanzas arrojadizas de madera, localizado en el yacimiento Schöningen 13II-4.

Una investigación multidisciplinar de largo recorrido

Se puede hablar de dos fases en las excavaciones. En 1983 se iniciaron las excavaciones en Schöningen dirigidas por H. Thieme. A partir de 1992, descubren hallazgos del periodo que nos ocupa. En una segunda fase, desde 2010 se desarrolla un proyecto multidiciplinar. Dirigido por N. Conard y J. Serangeli, y coordinado por la Oficina Estatal de Preservación Histórica de Baja Sajonia y la Universidad de Tübingen, agrupa especialistas en distintos campos de la Rijksuniversiteit Leiden, la Leuphana University Lüneburg, el Senckenberg Research Institute y el Senckenberg Natural History Museum, la Universidad Leibniz, el Laboratorio de Cuaternario Woods Langnau, y el Museo Central Romano-Germánico.

Datación cronológica

La mayoría de los sitios paleolíticos en Schöningen se sitúan estratigráficamente, entre los depósitos de Glaciación de Elster y de la glaciación de Saale.

Dentro de las etapas de isótopos marinos (MIS) del paleoclima de la Tierra, los estudios ubican los principales yacimientos inferopaleolíticos  de Schöningen en el MIS 9, un periodo interglacial cálido que comienza hacia el 337.000 BP.

En cualquier caso, por el momento, la geología local, el análisis de polen y el estudio de los animales indican que la tierra del lago y los restos arqueológicos se sitúan en periodos interglaciares, más cálidos, desarrollados hace más de 300.000 años. El que nos ocupa, Schöningen 13 II, se sitúa en un período cálido, el Interglacial Reinsdorf, una fase climática cálida desarrollada entre el 300.000 y 350.000 BP.

Conservación excepcional del yacimiento

 

El que los yacimientos paleolíticos descubiertos en la mina se hayan preservado en buenas condiciones se debe al rápido cubrimiento y sellado de las capas arqueológicas con lodo del lago adyacente. Hasta que empezó la extracción hace unos 30 años, estos hallazgos estaban debajo de una capa freática natural. A unos diez metros por debajo de la superficie actual, en lo que fue el borde de un antiguo lago, se dan las condiciones ideales de conservación en la turbera Muddeschichten. Está constatada la presencia humana en las cinco secuencias de sedimentación o riberas del lago.

El contexto peculiar de la geología de la zona permitió que los materiales orgánicos no se descompusieran. Hay muchos más datos de los habituales, y mucho mejor conservados, de fauna y vegetación. Ello permitió también conservar en perfectas condiciones útiles que casi nunca se preservan, como los hechos en madera.

El entorno

La excepcional conservación de fauna y vegetación en la turbera nos permite tener una ida del entorno del lago durante el óptimo climático Interglacial de Reinsdorf. Dentro de la complejidad de un entorno cambiante, vemos la evolución del paisaje y del clima. El paisaje parece haber sido relativamente abierto, con algunas partes cubiertas de bosques, más o menos presentes según el momento en el interglacial.

Los datos del polen y la paleontología del yacimiento 13II-4 indican una fase de bosque mixto de roble que se cree representa el óptimo climático, reflejando partes posteriores del interglacial y brindando una imagen contrastante de pastizales abiertos y bosques boreales.

El lago interglacial fue llenado gradualmente por sedimentos mediante pequeños sistemas de delta, dibujados por las fluctuaciones repetidas en el nivel del lago. En el momento en que se ubica el campamento de cazadores de caballos, un clima más templado aumenta la proporción de fauna adaptada a esas condiciones, como el uro (Bos primigenius), el bisonte (Bison sp.), el ciervo rojo (Cervus elaphus) y el caballo (Equus mosbachensis).

El campamento de cazadores de caballos de Schöningen 13II-4

Schöningen 13 II agrupa numerosos sitios arqueológicos, excavados entre 1994 y 2012. En uno de ellos, Schöningen 13 II-4 se descubrió el llamado campamento de caza de caballos salvajes, con rastros de manipulación en los huesos de fauna, asociables, asegún los especialistas, a la extracción de piel, carne y médula. Y con herramientas piedra, hueso y madera, posiblemente también vinculables a la caza y aprovechamiento de lo cazado. Destacan ocho lanzas arrojadizas de madera. Hay indicios de posibles hogares.  Las mediciones U / Th del horizonte de lanza mostraron una edad de aproximadamente 280.000 a 350.000 años. 

Los huesos examinados de fauna de Schöningen 13II-4 presentan pocos fenómenos de meteorización por exposición al aire exterior. La gran mayoría de los restos indican un cubrimiento rápido después de la deposición. Hay restos óseos con indicios claramente reconocibles de la acción de depredadores, aprox. un 13%. Los autores son depredadores de tamaño mediano, probablemente lobos. Su estudio, y el análisis estadístico de la presencia de partes óseas más débiles dentro del yacimiento, indican que los depredadores han tenido un impacto limitado. Incluso, en algunos restos óseos en los que conviven marcas de acción humana y rastros de depredadores, las huellas de éstos últimos son claramente posteriores.

En la composición de especies de mamíferos representadas en Schöningen 13II-4 dominan los restos óseos de caballos (Equus mosbachensis), con casi el 95%. Les siguen los restos de bovino, uro o bisonte, con un 3%; y los ciervos, probablemente el ciervo rojo, con un 2%. Basado en recuentos de elementos esqueléticos determinantes, el número mínimo de individuos representados entre los caballos se establece en 19, incluidos tres potros (que debieron ser cazados en otoño, tras el habitual nacimiento de las nuevas crías a comienzos de la estación cálida).

Está presente el completo espectro de elementos esqueléticos del esqueleto de los caballos. Esto no se aplica para los restos óseos  de bovinos y cérvidos, en los que están representadas especialmente los más fuertes partes más fuertes de hueso más duras. Esto parece indicar que el momento de deposición los restos de caballos, y los restos de bovinos y ciervos, están separados en el tiempo y siguen un historia postdeposicional distinta.

Las huellas causadas por actividades humanas son frecuentes. Un 18% de los restos óseos estudiados contienen huellas de útiles líticos, como marcas de corte, o huellas de fractura de huesos largos para poder consumir la médula ósea. En relación a las especies de mamíferos, los porcentajes están por encima de la 22% para el caballo, y de más del 30% para los bovinos.

Los indicios de huellas indican diferentes tipos de actividades: Racimos de cortas marcas de corte agudas indican la desarticulación de las articulaciones. Largas marcas de corte en los ejes de largo huesos y huesos planos indican extracción de carne. También hay grupos de marcas de raspado. Estas huellas se encuentran exclusivamente en huesos que contienen médula ósea.

La cantidad de huesos representados de los caballos es lo suficientemente grande como para estudiar la representación de partes del cuerpo. Hay dos partes del cuerpo claramente subrepresentadas, la cola y las partes inferiores de las piernas, los cascos con las falanges. Lo más probable explicación estriba en el desollado de la piel, que se abstrae de la zona de matanza junto a las partes inferiores de las piernas y la cola.

El espectro de pistas de sacrificio indica el sistemático aprovechamiento del caballo para obtener una multitud de productos de origen animal: pieles, carne, posibles tendones; médula ósea grasa y nutritiva. Patrones de aprovechamiento y tipos  de restos que coinciden con los de lugares arqueológicos más recientes que muestren matanza de caballos.

Hay documentado el rastro de restos óseos que pueden estar relacionados con el uso de huesos como herramienta, en varios casos relacionable con el golpeo repetido de materia dura, como la piedra. Probablemente estos huesos fueron utilizados para mantenimiento y retoque de herramientas de piedra durante la matanza. En la industria lítica presente domina el grupo de los raspadores. Son útiles ya terminados, parcialmente revisados ​​y post-retocados (el desecho de retoque está presente), usados para el procesamiento y la manipulación de lo cazado.

Parece que en el aprovechamiento del animal, hubo preferencia por las piernas de los caballos, probablemente por la presencia de carne, tendones y médula ósea. Un método de sacrificio dirigido a la extracción de la piel, y la masa de carne de la cadera y la parte superior de las piernas, eliminando peso al extraer los huesos, que permitían al mismo tiempo acceso a su médula ósea. .

Parece reflejar la caza sistemática y organizada de manadas de caballos, y la explotación organizada de su carne, en el entorno escénico de la orilla pantanosa de un lago al que grupos de animales vendrían regularmente a beber y vadear.

Útiles en hueso y sílex

La industria lítica presente cuenta unas 1500 evidencias. Destaca el grupo de los raspadores, la falta de útiles bifaciales y la ausencia de la técnica Levallois.

Son útiles ya terminados, parcialmente revisados ​​y post-retocados (el desecho de retoque está presente), usados para el procesamiento y la manipulación de lo cazado.

Dentro de los huesos con evidencias de manipulación, un grupo muestra indicios de su posible uso como percutor, del golpeo repetido de materia dura, como la piedra. Probablemente fueron utilizados para mantenimiento y retoque de herramientas de piedra durante la matanza.

Las lanzas

Se recuperaron ocho lanzas. ocho lanzas. La mayoría están hechas con madera de abeto (hay una hecha de pino). Las lanzas aparecieron deformadas por el peso de los sedimentos, pero su estudio muestra que usaron troncos delgados y rectos cuidadosamente descortezados y enderezados. Su longitud varía entre los 1,82 y 2,25 metros, y su diámetro entre 29 y 47 milímetros. 

Parece tratarse de armas pensadas para lanzarlas. El mayor diámetro corresponde al tercio delantero del arma, donde está su centro de gravedad, con un ahusamiento en la parte posterior. Guardan semejanzas con el diseño de las actuales jabalinas de competición.

El problema es la falta de paralelos en condiciones en otros yacimientos paleolíticos. Solo hay algunos hallazgos para comparar, con dimensiones y formatos de “lanzas” similares, con una conservación mucho peor, con frecuencia sólo fragmentos, y con diferencias cronológicas considerables en la mayoría de los casos respecto al hallazgo de Schöningen. Podemos mencionar los hallazgos de Lehringen, Clacton-on-Sea, Bilzingsleben, Stuttgart-Bad Cannstatt y Torralba.

Schöningen aporta muchas más cosas que el importante hallazgo de lanzas de madera. La riqueza de sus evidencias, su estado excepcional de conservación proporciona datos importantes para conocer mejor los grupos humanos del Homo Heidelbergensis en esa época, sobre su manera de vivir y cazar, y la colonización del N de Europa.

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7 junio 2018 4 07 /06 /junio /2018 11:01

Descubierto a raíz de la explotación de una mina a cielo abierto en Schöningen, (Baja Sajonia, Alemania), se ubica en la parte noroccidental de Europa Central, en el extremo norte del Macizo del Harz. 

El seguimiento arqueológico de la explotación de la mina ha permitido la localización, a lo largo de los años, de un importante conjunto de yacimientos. De ellos, destacan por su importancia una veintena de sitios datables a finales del Paleolítico Inferior, en lo que entonces era la franja costera de un gran lago. Se asocian a grupos humanos del Homo Heidelbergensis.

Su importancia se extrema por el excepcional grado de conservación de materiales orgánicos en la turbera, que ha permitido recuperar útiles de madera. (como las ya famosas lanzas), restos de fauna en muy buen estado (incluidos anfibios, reptiles, conchas, e incluso escarabajos), vegetación (ejemplares completos de árboles, piñas, hojas, polen y semillas de la flora circundante). 

Una investigación multidisciplinar de largo recorrido

En 1983 comenzaron las excavaciones de rescate dirigidas H. Thieme que, a partir de 1992, descubren hallazgos del periodo que nos ocupa. En una segunda fase, desde 2010 se desarrolla un proyecto multidisciplinar dirigido por N. Conard y J. Serangeli, y coordinado por la Oficina Estatal de Preservación Histórica de Baja Sajonia y la Universidad de Tübingen. Colaboran en la investigación especialistas y universidades de primer nivel. 

Datación cronológica

En su fase más antigua, la geología de Scöningen representa una serie alternante de ciclos interglaciares/glaciales (Schöningen I-VI), en un largo periodo entre el Holsteiniano hasta el Holoceno. Los sitios paleolíticos en Schöningen se encuentran estratigráficamente, a excepción de algunos hallazgos, entre los depósitos de Glaciación de Elster y de la glaciación de Saale. Aunque con matices, dentro de las etapas de isótopos marinos (MIS) del paleoclima de la Tierra, los estudios ubicaban los yacimientos inferopaleolíticos de Schöningen en el MIS 9, un periodo interglacial cálido que comienza hacia el 337.000 BP. Por el momento, la geología local, el análisis de polen y el estudio de los animales indican que la tierra del lago y los restos arqueológicos se sitúan en periodos interglaciares, más cálidos, desarrollados hace más de 300.000 años. Hay diferencias entre los yacimientos. 

El entorno paleolítico

Durante el óptimo climático Interglacial de Reinsdorf, el paisaje parece haber sido relativamente abierto, pero incluía partes que estaban cubiertas de bosques.

Hay evidencia clara dentro del interglacial de Reinsdorf de una considerable complejidad climática, con un óptimo térmico inicial seguido de dos interestadiales más fríos. Los datos del polen y la paleontología (de los sitios 12B y 13II-4) pertenecen a una fase de bosque mixto de roble que se cree representa el óptimo climático, reflejando partes posteriores del interglacial y brindando una imagen contrastante de pastizales abiertos y bosques boreales.

Dentro de la complejidad de un entorno cambiante, vemos la evolución del paisaje y clima. El lago interglacial fue llenado gradualmente por sedimentos. Sedimentación y fauna indican la evolución y alternancia de  momentos templados y fríos, que anuncian el fin del interglacial. De fauna como elefantes del bosque (Elephas antiquus) y rinocerontes (Stephanorhinus kirchbergensis), evoluciona hacia otra más propia de momentos más templados, como el uro (Bos primigenius), el bisonte (Bison sp.), el ciervo rojo (Cervus elaphus) y el caballo (Equus mosbachensis). En algunos mometnos adaptada a una estepa muy abierta. Y la secuencia de sedimentac. 5 muestra una fase más fría y más seca que anuncia el final del Interglacial Reinsdorf o el comienzo de la Era Glacial de Saale.

Yacimientos

La secuencia cronológica de los yacimientos de Schöningen abarca un larguísimo periodo, desde el PALEOLÍTICO INFERIOR hasta el Neolítico. Pero los que más destacan, por la dificultad de encontrar algo similar en calidad y conservación, son la veintena de yacimientos localizados del Pal. Inferior: esta época destacan:

En Schöningen 12 A y B, junto a posibles útiles complejos que combinan madera y sílex, hallaron un centenar de útiles de sílex, y abundantes huesos de fauna de clima cálido. En Schöningen 12 II se recogieron algunos útiles líticos, numerosos huesos de gran fauna, y madera de los antiguos bosques en la zona. La capa inferior de Schöningen 13 I comprende el complejo estratigráficamente más antiguo (del Holstein Interglacial). Hay huellas de posible uso del fuego, algunos restos líticos, y restos de mamut (Mammuthus trogontherii), caballo (Equus sp.), Bisonte (Bison sp.), ciervo rojo (Cervus elaphus), etc. Numerosos sitios arqueológicos se resumen bajo la designación Schöningen 13 II. Destaca  Schoeningen 13 II-4, el llamado “Campamento de caza de caballos salvajes”, en el que se localizaron los restos de más de 20 caballos (95 % de los huesos). Les siguen los restos de bovino, uro o bisonte, con un 3%; y los ciervos, probablemente el ciervo rojo, con un 2%.

La mayoría de los datos subrayan el uso de este campamento para la caza y aprovechamiento de los animales cazados, en el entorno escénico de la orilla pantanosa de un lago al que grupos de animales vendrían regularmente a beber y vadear.: la presencia de lanzas de madera, la fauna localizada, el análisis de la representación de partes del esqueleto, las marcas en los huesos, los útiles en sílex, el uso de huesos como percutores para el retoque de útiles líticos, etc. Muchos huesos mostraron indicios (cortes, incisiones, raspados, huesos machacados) de manipulación para extraer piel, carne y médula. Concuerda con la industria lítica presente, unas 1500 evidencias, en la que destaca el grupo de los raspadores, la falta de útiles bifaciales y la ausencia de la técnica Levallois.

Son útiles ya terminados, parcialmente revisados ​​y post-retocados (el desecho de retoque está presente), usados para el procesamiento y la manipulación de lo cazado.Un grupo de huesos fueron golpeados por una parte y luego suavizados por el uso por otra parte. Se elucubra con su uso como bastones de excavación, para alcanzar raíces, tubérculos, insectos u otros alimentos. Aunque algunos huesos están tan pulidos, qeu se les relaciona más con el procesamiento del cuero, ya sea para vestimenta, tiendas de campaña, etc.

Los datos apuntan a un trabajo colectivo, en el que se manipulan caballos enteros. Hay indicios de cuatro posibles hogares.  Las mediciones U / Th del horizonte de lanza mostraron una edad de aproximadamente 280000 a 350 000 años.

Pero lo que hace aún más extraordinario este yacimiento, ayudado por las peculiaridades de la turbera, es la conservación de la madera. Se recuperaron lanzas arrojadizas. ocho lanzas de madera, en muy buen estado de conservación, de madera de abeto (con la excepción de un caso, de madera de pino), de entre 1,82 y 2,25 metros, con un diseño pensado para lanzarlas. El mayor diámetro corresponde al tercio delantero del arma, donde está su centro de gravedad, con un ahusamiento en la parte posterior. Guardan semejanzas con el diseño de las actuales jabalinas de competición.

El problema es la falta de paralelos en condiciones en otros yacimientos paleolíticos. Solo hay algunos hallazgos para comparar, con dimensiones y formatos de “lanzas” similares, con una conservación mucho peor, con frecuencia sólo fragmentos, y con diferencias cronológicas considerables en la mayoría de los casos respecto al hallazgo de Schöningen. Podemos mencionar los hallazgos de Lehringen, Clacton-on-Sea, Bilzingsleben, Stuttgart-Bad Cannstatt y Torralba.

Museo y Centro de Investigación de Schöningen

Desde 2013, un centro de investigación y museo para proporcionar al público información sobre el trabajo en curso en Schöningen: el Paläon - Centro de Investigación y Experiencia Schöninger Speere.

Una nueva visión sobre el Homo Heidelbergensis

Hasta la fecha, no hay restos humanos identificados en Schöningen o entre los huesos ya identificados. Pero, los estudios encuentran fuertes paralelismos entre los sitios de Schöningen y Bilzingsleben, aunque suponen una edad ligeramente superior para los fundamentos de Bilzingsleben II, en el que sí se localizan restos de Homo heidelbergensis, en la fase previa a la llegada de los neandertales y el Paleolítico Medio más antiguo.

Los sucesivos descubrimientos en estos yacimientos proporcionan una nueva perspectiva sobre la vida de los humanos hace unos 300.000 años. Las lanzas de Schöningen, y el campamento de caza de caballos, reabrieron el debate sobre los modos de vida del hombre europeo en el Paleolítico inferior-medio. La escuela anglosajona y americana preconizaba desde los años ochenta un modelo oportunista de aprovechamiento de lo disponible en el paisaje, como los cadáveres de grandes mamíferos. Consideraba los descubrimientos anteriores de fragmentos de posibles lanzas de madera de principios del paleolítico como fruto del instinto de búsqueda de cadáveres bajo la nieve. No veía al hombre de esa época suficientemente desarrollado como para una explotación sistemática del paisaje, o una caza organizada. Pero la colonización del norte de Europa que muestra Schöningen presenta un Homo heidelbergensis con habilidades de planificación y comunicación, avances tecnológicos, estrategias de caza, una estructura social compleja, que lo sitúan más cerca del hombre moderno de lo que se pensaba. Una clara redefinición de los conceptos tradicionales sobre las primeras etapas dell hombre en Europa (Homo de Heidelberg, Hombre de Neandertal), que la Arqueología y la paleogenética están cuestionando y revisando.

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15 junio 2016 3 15 /06 /junio /2016 10:36

El hallazgo que nos ocupa fue descubierto en 1997 en la cueva de Silberberg, una de las partes del complejo subterráneo de Sterkfontein (valle de Bloubank, Sudáfrica). Numerado como Stw573, conocido popularmente como “Little Foot”, es probablemente el esqueleto más completo localizado de Australopithecus. Es excepcional tanto por la calidad de su conservación, como por las circunstancias de su hallazgo.

El valle del río Blauawbankspruit, “Cuna de la Humanidad”

Desde el año 2000, la Unesco incluyó en la Lista de Patrimonio Mundial, con el nombre de “Cuna de la Humanidad”, el conjunto de yacimientos localizado en el valle del río Blauawbankspruit, en África del Sur. De allí proceden más de la mitad de los restos de homínidos antiguos conocidos hoy en día para el período entre -4 y -1 millones de años. Este valle, excavado por un curso de agua que fluye hacia el noreste, se abre en la parte superior de una escarpadura que separa dos grandes regiones naturales: la de Highveld (a 1500-1600 m.s.n.m.), y la de Bushveld (a 1000 m.s.n.m). La zona se sitúa a 45 Km al OE de Johannesburgo. Una banda dolomítica y sus brechas, en la que se localizan los yacimientos, crean un terreno accidentado al atravesar la zona. Un paisaje herbáceo, en el que la vegetación se vuelve más densa junto a los cursos fluviales.

Las yacimientos principales son: Sterkfontein, al sur del valle; los yacimientos al aire libre de Swartkrans, (1’2 km al SOE de Sterkfontein) y Kromdraai (1,6 km al NE de dicho complejo); y la cueva Wonder Cave (junto a Kromdraai). En otras tres cavidades, (Drimolen, Coopers B, y Gondolin) se han encontrado también fragmentos de fósiles de homínidos. Y a ellos se añade una serie de cuevas con yacimiento paleontológico (Gladysvale, Bolt's Farm, Minnaar's Caves, Plover's Lake y Haasgat), en las que los investigadores ven potencial para el hallazgo de fósiles de homínidos.

Entre los homínidos, hay restos de Australopithecus africanus, Homo habilis, Paranthropus, y Homo ergaster. En el caso de Little Foot y otros fósiles de Sterkfontein la investigación discute su adscripción a otra rama (todavía no definida con precisión) de los australopitécidos, identificada y localizada también en la cueva sudafricana de Makapansgat (que Raymond Dart designó en 1948 como Australopithecus prometheus).

El compleko subterráneo de Sterkfontein

El complejo subterráneo de Sterkfontein se extiende varios Km. Comprende las cámaras subterráneas de Silberberg, Name Chamber, Milner Hall (que convergen) y numerosos pasajes de intersección, así como la cueva de Lincoln. Fue dado a conocer al mundo científico en 1895 por el geólogo David Draper. El primer hallazgo destacado fue el de parte de un australopitécido adulto en 1936 por Robert Broom. El interés arqueológico se centró sobre todo en Silberberg, aunque buena parte de los profundos depósitos de la red no había sido excavada sistemáticamente. Ahora, las investigaciones y sondeos en Milner Hall (cuatro nuevos fósiles de homínidos), caverna Jacovec (parte de un cráneo de australopitécido), Name Chamber, han aportado desde 2015 nuevos fósiles. En superficie, el paisaje dolomítico del valle mantiene rasgos característicos de los karts de la gran cuenca de Transvaal: pocas evidencias visibles de morfologías kársticas, y desaparición de la red fluvial superficial. Pero el endokarst está muy desarrollado, es del tipo hiperfreático, con redes laberínticas de pasillos y cámaras. La disolución de la calcita (que a su vez origina las brechas), el enlace entre estos canales creados por disolución, forma las cavidades, más que la existencia de sistemas endokársticos bien integrados. La disolución provocó también el colapso de cavidades que dejaron en superficie parte de las brechas y los depósitos superiores. Durante millones de años, el agua arrastró al interior de las cavidades los centenares de restos de homínidos, y de fauna, que fueron recubiertos por sucesivos aportes de sedimentos. La acción del agua sobre la roca a lo largo de millones de años ocasionó la calcificación del sedimento, formando una matriz rocosa de gran dureza, las brechas. Depósitos de brecha sobre la que siguieron incidiendo el agua y los aportes sedimentarios, la erosión/redistribución, la calcificación/ decalcificación, nuevas brechas y sedimentos intercalados con antiguas brechas. Sterkfontein, significa en afrikáans “manantial fuerte”, un indicio del proceso de formación de las cavidades. Se han necesitado décadas de investigación para comprender la complejidad subterránea de Sterkfontein.

La fiebre del oro

La riqueza de Sudáfrica en minas de oro está en el origen de los hallazgos. Desde que se descubrió hace ciento veinticinco años el “Main Reef” de Johannesburgo, el principal yacimiento de oro que desató la fiebre del oro a finales del siglo XIX, en una franja que se extiende de oeste a este a lo largo de 70 kilómetros hasta la localidad de Springs. En el proceso de extracción y manipulación del metal se empleaba calcita, que se utiliza para disminuir el punto de fusión del oro. A principios del siglo XX, los mineros se dieron cuenta de que Sterkfontein y las cuevas cercanas eran ricas en concreciones de calcita en un contexto de grava fuertemente cementada, la brecha. Eso supuso el uso de dinamita para la extracción. En los escombros, los mineros a menudo encontraban fósiles atrapados en la brecha, que llegaron a manos de los investigadores de la Universidad de Johannesburgo, que comprendieron pronto su importancia. En los años veinte, la industria del oro se decantó por un sustituto de la calcita, lo que conllevó el cese de la actividad minera en las cuevas hacia 1939, sustituida por la acción de los paleontólogos. Los grandes depósitos de restos de brechas, creados por el proceso de minería, contienen miles de restos de fauna y homínidos. Estos vertederos mineros fueron investigados parcialmente entre 1936 y 1966, y todavía se están procesando en la actualidad.

Los homínidos de la “Cuna de la Humanidad”

De la mayoría de los homínidos de hace varios millones de años se han recuperado restos aislados (para un periodo muy posterior, el yacimiento europeo de Atapuerca sería otro caso excepcional), o pequeñas concentraciones, y casi nunca en conexión. Pero en esta zona de Sudáfrica, la cantidad y conservación de los restos es excepcional. Por citar varios ejemplos: el primer australopitécido adulto en 1936 localizado en Sterkfontein por Robert Broom; el espécimen de Homo habilis (Stm53) encontrado por Hughes en 1976; el cráneo casi completo de Australopithecus africanus StW505 (conocido como Mr. Ples) encontrado por el equipo de Hughes en 1989; y “Little Foot” (Stw573), recuperado poco a poco por el equipo de R. Clarke desde 1994.

Muchos de los fósiles de esta antigüedad localizados al aire libre o en cavidades muestran marcas de dientes que revelan que su carne fue consumida por depredadores o carroñeros. Los australopitécidos eran una presa más para ellos. En Sterkfontein, parece tener más incidencia el arrastre por escorrentía del agua hacia el interior de las cavidades, aunque “Little Foot”, un australopithecus casi completo y en conexión, parece una excepción.

La calidad de los restos localizados en este complejo subterráneo y en el resto del valle permiten incluso estudios neurológicos en profundidad: la posición posterior del sulcus lunatus en el endocráneo del australopithecus StW505 (conocido como Mr. Ples) mostraría una reorganización neurológica del cerebro al menos desde la aparición del Australopithecus africanus. Estos homínidos contarían ya con esta autapomorfía, un rasgo derivado y único característico del taxón del género Homo.

En el cercano yacimiento de Swartkrans creen haber localizado indicios de domesticación del fuego que pueden remontarse más de un millón de años, aunque al estar al aire libre hay dudas, a diferencia del localizado en otra cavidad sudafricana coetánea, la cueva de Wonderwerk, en la que parece haber una mayor certeza sobre su carácter intencionado.

El descubrimiento de “Little Foot”, una misión casi imposible

En 1994, R. Clarke decide revisar una caja de fósiles de animales recuperada por P. Tobías y H. Hughes en la cueva de Silberberg, en el complejo kárstico de Sterkfontein. Descubre entre ellos cuatro huesos de un pie derecho y un fragmento de tibia derecha, de un homínido. Se les pone el apelativo de “Little Foot”. Años después, en 1997, en otra caja de fósiles de la cueva encuentra cuatro huesos de un pie izquierdo y parte de la tibia izquierda. Con la convicción de que pertenecen al mismo individuo, Clarke plantea la posibilidad de localizar el resto del esqueleto en la cueva. Envía a dos ayudantes, S. Motsumi y N. Mofele, con el molde de la tibia. Descienden a la cueva y recorren una de las ramas de la vasta red de galerías. Durante 36 horas revisan suelo y paredes de una cavidad que conservaba los restos de los sucesivos dinamitados para extraer la calcita. Y, finalmente, a 25 m de profundidad advierten un hueso fragmentado que asoma. La rotura encajaba exactamente con el molde de la tibia.

Una investigación muy compleja

La investigación sobre “Little Foot” es muy complicada. La matriz rocosa en la que estaba inmerso el esqueleto es tan dura que no fue extraído en su totalidad hasta 2010. Todavía queda trabajo para liberar a los huesos de los sedimentos calcificados que los recubren. Los rellenos de la cavidad tuvieron una agitada evolución postdeposicional, que complica las dataciones.

La compleja evolución sedimentológica de la cavidad es un obstáculo considerable para precisar la cronología del sitio. No permite una datación relativa coherente para Stw573. Al menos en lo que se refiere al análisis estratigráfico, o a la posibilidad de correlacionar con la fauna. Complicado por el intenso periodo de actividad minera y uso de explosivos. En un principio, el análisis mediante U-Pb (uranio-plomo) de las coladas dio un resultado menor de lo esperado de la fauna y la posición estratigráfica, alrededor de 2,2 Ma (millones de años). Pero estudios posteriores, estratigráficos, micromorfológicos y geoquímicos descubrieron un proceso postdeposicional muy activo (vacíos dentro de la brecha que envuelve el esqueleto, múltiples generaciones posteriores de crecimiento variable de rellenos, de larga evolución, etc.). Esa fecha sólo indicaba una edad mínima para unos restos. Posteriores dataciones con uranio-plomo (U-Pb), análisis paleomagnético, ubicaban los restos entre los cuatro y dos millones años, una horquilla temporal demasiado amplia y poco precisa. En 2015 se publicó un estudio en el que, utilizando la técnica de datación cosmogénica, a través del estudio de isótopos como el berilio 10 y el aluminio 26, se demostró que la brecha que contiene Stw573 se depositó hace 3,67 ± 0,16 millones de años. Mucho antes que las coladas, de 2,2 millones de años. Y antes de la datación de los primeros instrumentos líticos de Sterkfontein, que se remontan a 2,18 ± 0,21 millones de años.

Una caída de más de veinte metros

“Little Foot” conserva más de un 90 % del esqueleto (el cráneo completo, el antebrazo y una mano en articulación, un húmero completo, costillas y vértebras, partes de la pelvis, y la mayoría de los huesos de las extremidades inferiores), y muchos de sus huesos se encuentran en posición anatómica correcta. No presenta marcas de dientes de depredadores ni de carroñeros, ni la conexión anatómica de sus restos fue alterada por ellos. No sufrió escorrentía.

La explicación más coherente que encuentra la investigación relaciona esta posición con una sima (colmatada con el paso del tiempo) por la que la cavidad comunicaba con el exterior en esa época. Por una razón que se desconoce, el homínido cayó por la sima y su cuerpo quedó para siempre en la misma posición, sepultado por el sedimento que se iba acumulando sobre él, y que se cementó, envolviendo el cuerpo en una dura matriz rocosa. El cuerpo parece conservar la posición en que murió: un brazo hacia arriba y apoyado en la cabeza, la mano cerrada con el pulgar en su interior, el otro brazo contra el cuerpo, y las piernas retorcidas.

No cabe duda de que en los próximos años, Little Foot y todo lo que se va descubriendo en Sterkfontein y el valle aportará grandes hallazgos en el campo de la paleoantropología. Un referente a no perder de vista para la comprensión del proceso de hominización.

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17 mayo 2016 2 17 /05 /mayo /2016 10:27

La sierra de Atapuerca, uno de los más importantes enclaves arqueológicos del mundo, alberga evidencias fósiles y arqueológicas (industria lítica, huesos de fauna con marcas de carnicería, etc.), de los homínidos que han habitado el continente europeo a lo largo de más de un millón de años.

Del gran conjunto arqueológico de la sierra, los yacimientos de Trinchera, colmatados desde hace miles de años, ven la luz a raíz de la gran zanja o trinchera que atravesó la sierra a fines del s. XIX para dar paso a un ferrocarril minero. A diferencia de estos, la gran boca de la Cueva Mayor (que daba acceso al gran conjunto de salas y galerías subterráneas), fue siempre visible en el paisaje, accesible, y visitable. Hogar o lugar de enterramiento de las comunidades del Calcolítico y Edad del Bronce, Cueva Mayor siguió siendo conocida y usada desde la Edad del Hierro hasta época reciente como refugio pastoril y/o ocasional. Conocida como la Cueva de Atapuerca, Cueva Mayor está documentada desde el s. X BC.

Un emplazamiento estratégico

La sierra de Atapuerca se eleva poco en época histórica sobre el entorno cercano. Corresponde a la más alta de las terrazas del río Arlanzón (se eleva unos setenta metros sobre el cauce actual). Ha mantenido siempre un gran valor estratégico. Domina el corredor natural de la Bureba, que conecta las grandes cuencas del Ebro y del Duero. Aportaba recursos del saltus (leña, ganadería, caza y otros recursos del bosque) a las comunidades agroganaderas que se fueron asentando en la Bureba.

La ubicación de la sierra y la Bureba explican su papel como vía de comunicación, con caminos cercanos a Cueva Mayor. Por las inmediaciones de la cueva discurre una vía romana secundaria, un ramal de la vía Asturica Burdigala. Antiguos caminos recorren la sierra y enlazan los pueblos de larga tradición medieval, que la bordean. Una cañada enlaza los términos de Atapuerca e Ibeas de Juarros, bordeando la sierra. El antiguo Camino de Santiago, proveniente de Arlanzón, discurría junto a Ibeas de Juarros (conocida en 1151 como “Ibeas del Camino”). Al N de la sierra, junto al pueblo de Atapuerca discurre otro ramal de peregrinaje que procedía de San Juan de Ortega, documentado entre 1047 y el s. XIX como “camino de Tapuerca a Burgos”, o “de los romeros”.

Uso del Portalón de Cueva Mayor en época histórica

Aunque hasta el s. XX se desconocía su valor arqueológico, la boca de El Portalón y el recorrido subterráneo de partes de Cueva Mayor eran conocidos desde antiguo. En realidad, nunca dejaron de serlo. La recogida de huesos en la Sima de los Huesos está testimoniada desde al menos el s. XVIII.

Los niveles superiores de las excavaciones realizadas en El Portalón muestran estancias ocasionales o de corta duración (ligadas al pastoreo, caza, explotación de la madera, etc.) en la Protohistoria (Edad del Hierro, con fechas del 790-420 BC) y en época romana (lo encontrado se situaría a caballo entre el s. I a. C y el s. I BC).

En los niveles medievales excavados (s. X a XII), la dinámica de uso temporal u ocasional del vestíbulo como refugio de pastores o aprovechamiento de los recursos del bosque pervive. Las huellas de su uso, con un fin similar, serán ya bastante más escasas en épocas posteriores.

Huellas del paso de visitantes por el mundo subterráneo de Atapuerca

Como en la gran mayoría de cavidades de gran desarrollo y embocadura de dimensiones considerables, los visitantes dejaron sus inscripciones en sus galerías. Las hay desde la Edad Media. En 1868, los ingenieros de minas Sampayo y Zuaznavar, en su descripción de la cueva, hacen hincapié en su abundancia. Mencionan medievales, asocian alguna a posibles caracteres árabes, y señalan que son ya muchas desde el s. XVI. Recogen la de Fray Manuel Ruiz, que dejó también escrita la fecha, 1642. Indican que hay gran número del s. XVIII, y son muy frecuentes en el s. XIX, incluida la del gobernador de la provincia en 1863.

La Cueva Mayor en el s. X. El Becerro de Cardeña

Está documentada en documentos medievales. La referencia más antigua corresponde al s. X. En el Becerro de Cardeña, que recoge documentos reunidos entre finales del s. X y 1086, encontramos una referencia dentro de un documento de fin testamentario, con fecha del 9 de julio del 963, titulado “De Orbanelia et de Sancti Martini et de ecclesie Sancti Petri in Berbesca”. En él se dice: “…de inde per summa serra de Adtaporka usque ad ḝcclesiḝ Sancti Vincenti que est super illa cueba, et in directo per illa via que discurrit ad aslanzone…”.

Ecos de Atapuerca en la corte de los Austrias del s.XVI

En el s. XVI encontramos la noticia de una visita de la corte de Carlos V a su interior en 1520, y la primera descripción de la cueva según el relato que se hace en una carta dirigida a Felipe II el 23 de abril de 1576. Esa supuesta visita de 1520 a la cueva, está recogida en la “Crónica burlesca del emperador Carlos V” (1525) de don Francés de Zúñiga, bufón del Emperador. Este libro, segunda parte de sus crónicas satíricas y burlescas sobre la Corte del emperador y sus personajes, cumple su función cortesana de entretenimiento del emperador y sus allegados, haciendo ficción a partir de algo con un fondo verídico, las noticias y comentarios que corriesen en la Corte sobre la cueva de Atapuerca. Y aunque todo parece indicar que visita  de la cueva (de ella dice Zúñiga: esa “…cueba admirable y espantosa de ber, y que creya ser hecha por Dos y no por mano de gentes…”) por parte de la Corte y sus personalidades sea más que dudosa, es un indicio claro de que no se trataba precisamente de una cueva desconocida, incluso en los ambientes cortesanos.

Atapuerca, tradición e Ilustración en el s. XVIII

Las visitas a la cavidad prosiguen, como lo atestiguan las inscripciones en la cueva. A finales del s. XVIII, en los albores de la paleontología, en la época de la Ilustración, preludio de la polémica entre la aceptación de un pasado tan remoto y el seguimiento fiel y textual del Génesis, las grandes salas y galerías de la cueva y sus fósiles siguen siendo de interés.

Cuando, en esa época, comienzan a elaborarse mapas precisos de la península, Tomás López y Vargas, geógrafo real (autor de los mapas provinciales de Madrid, Jaén, Granada y Córdoba), realizó un mapa titulado: “Mapa geográfico de una parte de la Provincia de Burgos que comprende los partidos de Burgos, Bureva, Castroxeriz, Candemuño, Villadiego, etc”. Para la elaboración del mapa de la diócesis remitió un formulario al arzobispado de Burgos.

La respuesta que recibe de Manuel Francisco de Paula, vicario de la burgalesa Cuadrilla de Gamonal (es una de las cuatro que integraban el arciprestazgo/decanato de Burgos, y comprende localidades que bordean la sierra, como Olmos de Atapuerca) se titula: “Descripción de algunas cosas curiosas que hay en la cuadrilla de Gamonal” (1795). En ella, el vicario destaca, como elemento singular más destacado la cueva de Atapuerca, es decir, la Cueva Mayor y las grandes galerías y salas de su interior. “…memorable Cueba, producción bien rara de la naturaleza, sin haver intervenido en su formacion la industria humana”. De Paula Indica múltiples visitas a la cavidad, sobre todo de agricultores, en 1783-83 y 1792-93. Y, en una fecha sin precisar, la visita del propio cabildo junto al justicia de Rubena y más gente, dirigidos en el recorrido por el clérigo Josef Gil de Matha.

A la descripción de la cueva dedica el vicario casi la mitad de su exposición, en la que subraya su asombro y admiración ante lo visto. Sobre el acceso, El Portalón, dice: “La entrada principal, que es por un Callejon de crecidos peñascos, mira casi al meridiano; y por aquí la primera vista que se descubre, es la de un grabe Portico construido de iguales peñascos”. De lo que escribe se deduce que se adentraron en el Salón del Coro, y siguen escoge hacia la derecha, adentrándose en la Galería de las Estatuas y Galería Baja; luego vuelven sobre sus pasos, al comprobar que la galería se interrumpe, para encaminarse por la vía izquierda hacia la Galería del Silo. Parte de la expedición logra superar las dificultades de la gatera que da acceso a la Sala de los Cíclopes y descienden al Silo o la Sima de los Huesos. Del recorrido, al vicario le llama la atención sus proporciones: “Por partes, la bobeda de esta Cueba es tan elevada, que compite, si no sobrepuja a la de la nave de la Yglesia mas alta, por otras partes es tan baja, que no llega a la de una pequeña hermita, y por otras es preciso pasar arrastrando como las Culebras por los abujeros de sus estrechos peñascos”. Destaca las formaciones estalagmíticas: “…así la mayor parte del cielo de esta Cueba esta cubierto de una especie de caramelos grandes, y pequeños, semejantes a aquellos que con el rigor del yelo vemos pendientes en los texados”.

Pero encuentra la explicación a lo que ve en el imaginario de las gentes de la comarca, y en fabulaciones de su propia cosecha. Habla de las leyendas asociadas a la cueva por las gentes de la comarca: existencia en ella de largos ríos verdes, profundos e intransitables; presencia de “…grandes quadras de pavorosos toros”; lugar subterráneo de “…salas espaciosas y adornadas camaras, y havitaciones de Damas mui peregrinas, y que en sus Antesalas estaban los Galanes,y escuderos armados con las bayonetas caladas, y alfanjes desnudos…”; huesos en la Sima pertenecientes a “…alguna espantosa fiera, criada en estas sierras” o en otras próximas, o restos de “…una sierpe muy horrible…”.

Explica la profusión de huesos que han visto al descender a la Sima como “osario de los moros, moras y moritos”, dada la leyenda de que “…esta Cueba la havitaron por largo tiempo los moros”. Los pozos o silos que habían visto en las galerías los relaciona con los “Pozos de Aníbal”, siguiendo la idea de las minas de las que los cartagineses, cuando conquistaron parte de la Península, sacaron mucho oro y plata de las entrañas de las sierras. Lo que le permite enlazar con otra leyenda que conoce, típica de las cavidades, sobre la presencia en la cueva de Atapuerca de oro y plata. Y esto le lleva a elucubrar sobre la posibilidad de que los huesos de la Sima fueran los de los mineros africanos usados en ella por los cartagineses. Y, por supuesto, encuentra otra posible explicación a la Sima de los Huesos en el episodio histórico más conocido de la zona, la batalla de Atapuerca entre castellanos y navarros en 1054. El depósito de huesos de la sima sería para el vicario el destino final de los muertos de la batalla: “…pudo acontezer que rompiesen por su bobeda y abrir por aqui un vocaron, que caiese recto, y perpendicular a este pozo, y arrojar por el los hombres, y caballos, que havian fenezido en el Campo y ser de estos la multitud, de tantos disformes y desiguales guesos”.

El s. XIX y los ecos de Darwin

A mediados del s. XIX, Pascual Madoz, en su monumental obraDiccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España” (1845-1850), incluye la cueva (apoyado en los datos del escrito de 1795 del vicario de la cuadrilla de Gamonal, y con detalles que parecen indicar que manejó un croquis o mapa simplificado), aunque sin referirse a la sima: “…no se puede penetrar en ella sin luz artificial y cuerda, ni á pesar de las varias tentativas nunca se ha podido hallar el fin por sus muchas tortuosidades; se notan algunas escavaciones que se ignora para qué fueron hechas, y a los 3/4 de legua de profundidad se halla una pequeña, pero muy hermosa fuente de buena calidad y cristalina; su techo aparece cubierto de varias figuras formadas por la petrificación de las aguas que por él se infiltran”.

Las visitas se suceden, con consecuencias para la cavidad. El interés por visitar la cueva, creció sin duda en las décadas finales del siglo por la progresiva atracción de las clases acomodadas y profesiones liberales hacia los fósiles, y la Arqueología. Y, como dicen Sampayo y Zuaznávar, se ve reforzado por la cercanía a Burgos, la mayor facilidad para alquilar un vehículo que deje a corta distancia de la boca de la cueva, y la proximidad de ésta a la carretera Burgos - Logroño: “…contribuye a que la cueva sea visitada por los aficionados de la capital, no dejando de servir muchas veces de pretexto para pasar un día de campo…”.

Por entonces ya hay noticias “arqueológicas”. En la década de los sesenta del s. XIX, el conocimiento del pasado, y la formación arqueológica son muy minoritarios, aunque sí se aprecia el efecto que las revolucionarias teorías de Darwin provocaban por toda Europa. En un artículo del Eco Burgalés (20-V-1863) que recoge las excavaciones que realizaron Felipe Ariño y Ramón Inclán en la Cueva ciega, cercana a Cueva Mayor, recoge que encuentran un “…depósito de restos humanos, algunos de grandor extraordinario, y todos desmenuzados por su origen antiquísimo…un colmillo de jabalí y una gran concha de remotos mares”. En 1863, para evitar su deterioro, Felipe Ariño solicita y consigue de la Reina Isabel II la concesión en propiedad de la Cueva de Atapuerca, durante sesenta años. En su escrito indica la existencia de “…restos de sepulcros, monedas y hermosos fragmentos”, e indica que quiere levantar “…un plano facultativo interior”. En 1868 ya hay un guía oficial, Ramón Inclán.

Y en 1868, los ingenieros de minas P. Sampayo y M. Zuaznávar publican “Descripción con Planos de la cueva llamada de Atapuerca”, con grabados de Isidro Gil. La publicación de ambos ingenieros permite acceder al primer plano de la cueva, levantado por ambos. En su descripción de la cavidad se alternan los adjetivos calificativos (“misterioso palacio”, “suntuoso alcázar”), con datos relativamente precisos de su interior. De la Sima dicen: “…pequeña galería en cuyo piso se halla el famoso silo o pozo que tanto escita la curiosidad…Este pozo no es completamente vertical, sino que presenta rampas en diferentes sentidos. La falta de medios nos impidió reconocerle como hubiéramos deseado…”. Incluso calculan el desnivel (42,80 m) de la sima respecto “…a la zanja que precede a la entrada de la cueva…”. De Cueva Mayor se limitan a mencionar los silos de las galerías, restos humanos, y cerámicas. De los silos dicen: “…el piso de estas galería se halla cubierto en ciertos sitios, de redondos hoyos abiertos en la arcilla fina y sucia…han sido abiertos con objeto de sacar la arcilla que forma el suelo, para aprovecharla en varias artes”. En la Galería de las Estatuas localizan sobre el pavimento los restos destrozados de un esqueleto humano. No reflexionan sobre ello, pero sí sobre el daño ocasionado por visitantes: “…desmanes de algunos curiosos a quienes sólo parecen guiar en tales visitas el deseo de destruir”. Desgraciadamente, no podemos decir que el afán de destruir y coleccionar haya desaparecido en nuestros días entre los que visitan cualquier cueva, ni mucho menos. Es curiosa la explicación sobre “…varios trozos de barro cocido…” que encuentran entre los escombros de la entrada de la cueva: “…se supone ser crisoles, que usarían en sus manipulaciones algunos monederos falsos que establecerían su industria en aquellos subterráneos como más seguros para su objeto”.

Pero los ingenieros no creen que la cueva, Cueva Mayor, pueda ser incluida entre las “…cavernas huesosas…” con “…íntima relación con el origen de la especie humana”. Algo que sí piensan posible de la cercana cavidad de Cueva ciega, que también exploran. De ella dicen que cuenta con aberturas que comunican “…con otras cavidades de las que se dice haberse estraido tierra con huesos que suponen pertenecían a la raza humana, deduciendo de aquí una misteriosa y terrorífica historia”. Se basan para ello en las excavaciones de Ariño e Inclán (1863). Concluyen que “El estudio bien entendido de esta cuevas puede ser útil no sólo a la ciencia geológica, sino también a la arqueología, la antropología…”. En 1890, la cueva de Atapuerca pasará a depender de la familia Inclán, propiedad que ostentaron durante un siglo.

Años después, cuando la ciencia prehistórica está cobrando un impulso decisivo, la Cueva Mayor será ya objeto de estudios. En los primeros años del s. XX, L. March, en 1906, menciona la presencia de pinturas. En 1910 Jesús Carballo descubre el yacimiento de la Edad del Bronce, y pinturas, e Investiga allí entre 1911 y 1912. En esa época el abate Breuil y Hugo Obermaier la visitan y estudian, interesados especialmente por las pinturas rupestres, sobre todo por la pintura de una cabeza de caballo, localizada en dicha entrada por Carballo. Será el inicio de una nueva fase, la de la investigación.

Una investigación que hoy en día continúa, con los grandes resultados conocidos.

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5 mayo 2016 4 05 /05 /mayo /2016 15:10

Cráneo 5 de la Sima de los Huesos

La sierra de Atapuerca es uno de los más importantes enclaves arqueológicos del mundo. Sus yacimientos albergan evidencias fósiles, y arqueológicas (industria lítica, huesos de fauna con marcas de carnicería, etc.), de toda la secuencia de homínidos que ha habitado el continente europeo, desde hace un millón trescientos mil años, hasta el presente.

Una sierra con cuevas en un lugar estratégico

Situada a unos 15 km al este de la ciudad de Burgos, la sierra de Atapuerca, a 1085 m s. n., es un relieve originado en el Neógeno que se eleva unos setenta metros sobre la más alta de las terrazas del río Arlanzón. Son 14 niveles de terrazas sucesivas, excavadas desde inicios del Cuaternario, que empiezan a casi cien metros del actual cauce del río. Las subsiguientes alteraciones de los nivel freáticos en este contexto calizo conformaron el importante complejo kárstico de Atapuerca, fosilizado en parte desde el Pleistoceno.

La ubicación estratégica y el potencial ecológico de la sierra (de la Bureba), desde la que se domina el corredor natural de la Bureba, que conecta las grandes cuencas del Ebro y del Duero, explicaría la larguísima secuencia cronológica atestiguada en Atapuerca.

Más de un siglo de investigaciones

La boca de El Portalón y el recorrido subterráneo de partes de Cueva Mayor eran conocidos desde antiguo. Está documentada desde el s. X. Fue muy frecuentada, y hay inscripciones en sus galerías desde por lo menos el s. XIII. En 1863, ya se habla de su deterioro. En 1868, los ingenieros de minas P. Sampayo y M. Zuaznávar publican “Descripción con Planos de la cueva llamada de Atapuerca”.

La enorme cantidad de basura y sedimento revuelto que tuvo que desalojar y revisar el equipo de Atapuerca antes de acometer la excavación de la Sima de los Huesos, es un testimonio evidente de la frecuencia con la que los aficionados a recolectar fósiles llegaron hasta la Sima, y la alteraron.

No obstante, las investigaciones que se suceden a lo largo del s. XX, anteriores a las del equipo actual, se centraron en El Portalón de Cueva Mayor y las galerías limítrofes: March (1906), Carballo (1910-1912). Breuil, y Obermaier (en la época de Carballo), Martínez-Santaolalla (1925-30), Jordá (1964 y 1966), G.A. Clark (1972), Apellániz (1973-1983).

Una mandíbula que dio comienzo a la investigación

La situación cambió radicalmente tras el hallazgo de una mandíbula humana en 1976. El paleontólogo Trinidad Torres excavaba en Trinchera y en la Sima de los Huesos. La Sima de los Huesos era un lugar especialmente atractivo por su gran riqueza en restos de osos. Inesperadamente, junto a osos “Ursus deningeri” de más de 120.000 años se recuperó una mandíbula humana. Emiliano Aguirre reconoció en la mandíbula rasgos arcaicos del Pleistoceno Medio. La revisión de los fósiles obtenidos en la excavación de 1976 permitió identificar más fósiles humanos. En 1978, tras reunir un equipo interdisciplinar (especialistas en geología, arqueología y paleontología), Aguirre emprendió la tarea de excavar los yacimientos pleistocenos de Atapuerca, incluida la propia Sima de los Huesos.

No obstante, las peculiares condiciones de acceso, y de conservación de los restos, no permitieron la excavación sistemática de la sima hasta 1984. Los espeleólogos aficionados, que año tras año habían accedido al yacimiento a la búsqueda de fósiles de oso, habían alterado profundamente los niveles superiores del sedimento de la sima. Rompieron numerosos huesos, que acabaron mezclados con restos de basura y bloques de caliza en un amasijo informe. De manera que, antes de iniciar una excavación sistemática, fue preciso evacuar toneladas de sedimentos alterados y bloques de roca caliza, por la difícil ruta hasta el Portalón. Tras instalar la infraestructura básica para un espacio tan complicado, se empezó a excavar en 1984. Tras jubilarse Aguirre, desde 1991 se trabaja en el conjunto de Atapuerca (Trinchera, Cueva Mayor, etc.) bajo la dirección colegiada de Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. En estos últimos quince años se han recuperado miles de fósiles humanos más en la Sima de los Huesos.

El karst de Atapuerca

Hoy en día se accede hasta la Sima de los Huesos desde El Portalón, el principal acceso exterior del complejo Cueva Mayor - Cueva del Silo - Cueva Peluda, integrado en el complejo kárstico multinivel de la Sierra de Atapuerca. Además de los dos accesos abiertos en la actualidad El Portalón, y el acceso en sima a la Cueva del Silo, los espeleólogos hablan de otros siete accesos exteriores colmatados desde el Pleistoceno. El complejo kárstico de Atapuerca se compone de tres niveles básicos, cuyos elementos principales son: Portalón, la Galería del sílex, el Salón del coro y la Galería de las estatuas pertenecen al nivel superior; la Galería baja, la Galería del Silo, y la Sala de los Cíclopes. Y en el nivel inferior se situarían la Sima de los Huesos, la Cueva del Silo y Cueva peluda.

Acceso, ubicación y diseño de la Sima de los Huesos

A la sima se accede desde la gran Sala de los cíclopes. La bóveda de esta sala presenta numerosas chimeneas ascendentes. El colapso de los techos de al menos dos de ellas provocó la entrada de sedimento exterior. La mitad sur de la sala estuvo sellada por sedimentos, que fueron lavados y erosionados por la evolución del karst. En el fondo del muro sur se abre una gatera a la Sala de las oseras, que conserva en su superficie numerosas camas de hibernación de osos, restos paleontológicos de estos úrsidos, y numerosas marcas de zarpas en los bloques. En el extremo sureste de esta Sala de los Cíclopes (los osos también usaron la gran sala) hay una rampa que asciende hasta una pequeña galería ciega, en cuyo extremo se abre la Sima de los Huesos. En su inicio, la sima es un conducto vertical de unos cuatro metros de diámetro y catorce metros de profundidad. Al pie de este desnivel vertical se inicia una rampa descendente, de suelo arcilloso y techo bajo, de unos tres metros de anchura por casi diez metros de longitud (denominado en el yacimiento como SR o Sima-Rampa). Éste desemboca en una pequeña sala.

Uno de los muchos dilemas que se presentaron con el descubrimiento de la Sima de los Huesos es el de la manera en la que los osos de las cavernas que hibernaron en esta zona de la endokarstia, y las comunidades humanas que usaron la sima, accedieron hasta ella. Sobre todo teniendo en cuenta el complicado periplo desde El Portalón. Parece claro que hubo accesos exteriores hasta la Sala de los Cíclopes. El equipo de investigación de Atapuerca sitúa ese acceso en un conducto actualmente colmatado por sedimentos margosos. La sección del conducto se localiza junto a la rampa que conduce hacia la cabecera de la Sima de los Huesos. Este acceso colmatado está situado apenas diez metros por encima del derrumbe clástico que bloquea el acceso a la Sala de las oseras

Una estratigrafía complicada

Los fósiles humanos aparecen sedimentados junto a fósiles de oso de la especie Ursus deningeri en un estrato de arcillas de color rojo. Este nivel sedimentario se depositó sobre un relieve irregular previo, fruto de anteriores episodios de rellenado y erosión. A su vez, este nivel de arcillas rojas, rico en fósiles humanos, fue alterado por la posterior circulación de agua, resultando en un nuevo relieve irregular. Tiempo después, otra capa, que sólo contiene fósiles del mismo tipo de oso y de otros carnívoros, cubrió los sedimentos ricos en fósiles humanos. De manera que los distintos niveles no tienen un espesor constante a lo largo del yacimiento, ni están situados horizontalmente unos sobre otros, sino que a menudo se ponen en contacto lateralmente.

A esta geometría irregular del depósito, consecuencia de su compleja historia geológica, hay que añadir que los fósiles humanos no están distribuidos homogéneamente en su correspondiente nivel de arcillas rojas. Por el contrario, en algunas partes de SH, como el Área B o el Área A, se encuentran acumulados, mientras que en otras zonas del yacimiento son escasos o inexistentes. Esta distribución tan caótica es la consecuencia de que los huesos llegaron a SH acarreados, por pequeños “aludes” de barro, desde su lugar original de deposición en la rampa (SR).

A ello se sumó la remoción ocasionada por la “actividad” de los mamíferos que caían en la trampa, y no fallecían. Y todo lo que alteraron los aficionados que bajaban a la sima en busca de fósiles.

Hace más de trescientos mil años

En principio, la paleontología (no hay restos de especies de oso posteriores al Ursus deningeri) y el análisis antropológico, proporcionaron las herramientas para una cronología relativa. En 1998 se descubrió, en el mismo nivel que los fósiles humanos, la única herramienta lítica encontrada en este yacimiento, un bifaz tallado en roca cuarcita de color rojo, del Modo 2 o Achelense (modo tecnológico ampliamente representado en otros yacimientos de Atapuerca), que concordaría sin problemas con el tipo humano hallado en la Sima. En la campaña del año 2001 se realizó un descubrimiento que permitió precisar más la datación. Ese año, se encontró en la parte superior de la rampa (en el lugar denominado SRA: Sima-Rampa Alta) una estalagmita horizontal depositada sobre niveles de fósiles humanos. Los resultados obtenidos para la estalagmita de SRA determinan que su antigüedad rebasa el alcance máximo de dicha técnica, establecido en 350.000 años. En la actualidad se habla de cerca del medio millón de años.

La difícil explicación de un difícil lugar

Los restos pertenecen a la especie del Homo heidelbergensis. Son más de veinticinco individuos de diferentes edades. Y, aun contando con la cercanía de una entrada a la cueva, hoy colmatada, resulta difícil explicar cómo llegaron al interior de la sima.

El equipo que excava la sima defiende que: fueron transportados a la cueva, y arrojados intencionadamente a la sima, a través de la caída vertical de trece metros. Acumulados muy posiblemente en un tiempo no demasiado largo, llegaron allí en conexión anatómica, completos. El hecho de que fueran arrojados allí sería, para el equipo de Atapuerca, el primer indicio de una acumulación intencionada de cuerpos fallecidos en un lugar especial, un precedente de lo que en el futuro serán los enterramientos.

La sima está en un lugar apartado, al final de una galería ciega. La recuperación en la sima de doscientos ejemplares de osos de la especie Ursus deningeri, de varios representantes de grandes felinos (posiblemente leones), de algunos restos de lobo, linces, zorros, mustélidos, etc., puede deberse a la suma de casos sucesivos de caída en esta trampa natural al cabo de miles de años, atraídos por el olor de la carroña, (o en algún caso por arrastre por coladas de barro). Hay voces discordantes sobre ciertas incongruencias derivadas del análisis tafonómico, algo lógico en el debate científico de un yacimiento complejo, en proceso de excavación, al que le queda mucho para hablar de agotado).

Pero resulta difícil entender la presencia de tantos individuos de una comunidad humana que es muy dudoso que habitara o frecuentara la vecina Sala de los Cíclopes (no hay evidencia arqueológica que lo certifique). De nuevo, hay algunas voces discordantes que no encuentran validación tafonómica de la tesis de los investigadores sobre la deposición intencionada de los cadáveres en la sima. El problema básico para el análisis, la fuerte alteración postdeposicional. En ningún caso se han identificado conexión anatómica entre los restos. En muy pocos casos se ha podido llegar a atribuir dos o más huesos a un mismo individuo. Es muy difícil identificar niveles coherentes, haya zonas en la sala del fondo de la sima con acumulación, otras en la rampa en las que casi no hay restos. El equipo que excava allí ha identificado la causa en una combinación de factores: la sucesión de coladas o aludes de barro que desplazaban, alteraban y revolvían los restos; la acción de animales que no murieron en la caída, y carroñeaban; los destrozos ocasionados por los numerosos coleccionistas modernos de fósiles.

El Homo heidelbergensis

Los restos localizados en la Sima de los Huesos han sido adscritos al Homo heidelbergensis, que habitó el continente europeo durante el Pleistoceno Medio (hay otros restos de la especie en los yacimientos de Mauer, Arago, Montmaurin, Pontnewydd, Steinheim, Swanscombe). Le sucedieron, en un continuum evolutivo, los neandertales. El reciente descubrimiento de ADN mitocondrial fósil en un fémur humano de la sima ha permitido establecer también su relación con los denisovanos, una especie humana localizada hasta ahora en la región meridional de Siberia, en la que habitó hace unos 40.000 años.

La enorme cantidad de restos humanos de la sima, en un excepcional grado de conservación (incluidos los del oído, muy pequeños y delicados, que en muy raras ocasiones se recuperan para individuos tan antiguos) permite para el Homo heidelbergensis un nivel de estudio y análisis inimaginable (incluido el ADN,) antes de su descubrimiento, para restos tan antiguos.

Serían individuos físicamente similares a nosotros, con un cálculo medio de 1,75 m de alto, y 95 kg de peso, con gran masa muscular y huesos muy resistentes. Su esqueleto, presentaba una mezcla de caracteres antiguos y modernos. El análisis dental, las marcas identificadas en sus dientes, indican que usaban los dientes como herramienta, como una “tercera mano”. Se ayudaban de ellos en el procesamiento del cuero, tendones, vegetales (aprisionaban entre los dientes y estiraban, en un movimiento recurrente). Sujetaban con ellos un extremo de la carne, que cortaban con la herramienta que empuñaban con la mano libre, que en los individuos recuperados en la sima es predominantemente la derecha. Trabajo de la mandíbula que explica la abundancia de casos con artrosis temporomandibular. Consumían una dieta mixta animal – vegetal, de vegetales fibrosos y abrasivos (quizás ingeridos crudos) que desgastaron mucho el esmalte. Un tercio de los individuos pasaron estrés por malnutrición en el destete, hacia los tres años de edad. Los surcos de muelas indican el uso de palillos para limpiarse los dientes.

El torrente de datos que proporcionan los restos permite también un acercamiento a sus patologías. El cráneo 5 murió de una septicemia que comenzó en los dientes y se extendió hasta el ojo. Tiene además hasta trece impactos en su cráneo, recibidos a lo largo de su vida. El cráneo 4 (que también tiene otros tres impactos en el cráneo, circunstancia que se repite en más individuos) corresponde a un individuo sordo, que tiene el conducto auditivo casi cegado por un crecimiento anormal del hueso probablemente ligado a una persistente otitis. En varios casos, sus dolencias requerían del apoyo y colaboración de la comunidad para su supervivencia. Es el caso de la pelvis y parte del tronco del individuo más anciano localizado (apodado Elvis por los investigadores), que se acercaría a los sesenta años. Las vértebras de Elvis muestran cifosis lumbar degenerativa, la enfermedad de Baastrup, y espondilostesis, Es un caso que muestra ayuda social y cuidado de la comunidad hacia un individuo con tal suma de dolencias que le afectaron largo tiempo, incapacitantes y muy limitadoras. Ayuda que también necesitaba otro miembro del grupo (cráneo 14), que falleció a los diez años, y que sufría trastornos motores y cognitivos importantes desde que nació.

La conclusión más evidente, asuma uno o no la tesis de la Sima de los Huesos como lugar de deposición intencionada de cuerpos (como precedente más antiguo de lo que luego será un ritual funerario), subraya su enorme importancia en la paleoantropología mundial, y su papel fundamental en el conocimiento de la especie del Homo Heidelbergensis, del que nos aporta una cantidad de información que sobrepasa en mucho (en cantidad y estado de conservación) lo recuperado de la mayoría de los homínidos previos a nosotros. Y tanto la Sima como el resto de Atapuerca guardan todavía mucho por descubrir.

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13 abril 2016 3 13 /04 /abril /2016 11:20

El Portalón de la Cueva Mayor de Atapuerca

La sierra de Atapuerca es uno de los más importantes enclaves arqueológicos del mundo. Sus yacimientos albergan evidencias fósiles, y arqueológicas (industria lítica, huesos de fauna con marcas de carnicería, etc.), de toda la secuencia de homínidos que han habitado el continente europeo, desde hace un millón trescientos mil años hasta el presente.

Los yacimientos más conocidos universalmente son los pleistocénicos, los de Trinchera, y el de la Sima de los Huesos. Sin embargo, el equipo que investiga en la sierra excava desde hace bastantes años, con grandes resultados, otros de época más reciente. Destaca el trabajo arqueológico en el Portalón (el vestíbulo de acceso al recorrido subterráneo principal, excavado en distintos momentos y por diferentes investigadores desde hace un siglo) y en las galerías próximas (sobre todo la Galería del Silex). Aquí nos centraremos en lo que han descubierto sobre el uso de la Cueva Mayor en la Prehistoria Reciente.

Un lugar estratégico

Situada a unos 15 km al este de la ciudad de Burgos, la sierra de Atapuerca, a 1085 m s. n., cuyo relieve se originó en el Neógeno, se eleva unos setenta metros sobre la más alta de los 14 niveles de terrazas sucesivas, excavadas desde inicios del Cuaternario, que empiezan a casi cien metros del actual cauce del río Arlanzón. Las subsiguientes alteraciones de los nivel freáticos en este contexto calizo explicarían el importante complejo kárstico de Atapuerca.

La sierra domina el corredor de la Bureba. La proximidad a este corredor natural, que cuenta con un paisaje enriquecido por la confluencia de ecosistemas resultantes de la transición entre montaña y llanura fluvial, y que conecta las grandes cuencas del Ebro y del Duero, explicaría la larguísima secuencia cronológica atestiguada en las cavidades de Atapuerca.

Hasta la fecha, las investigaciones en cavidades de la sierra se han centrado en varios frentes: los yacimientos localizados en la trinchera del ferrocarril de (Sima del Elefante, Gran Dolina, y Galería – Covacha de los Zarpazos); las cavidades abiertas en la sierra (Cueva Mayor, Cueva del Silo, Cueva del Mirador y Cueva Ciega; y varios yacimientos al aire libre (Hotel California, Hundidero, y Valle de las Orquídeas).

Más de un siglo de investigaciones en Cueva Mayor

Cueva Mayor es conocida desde antiguo. Entre la gran cantidad de inscripciones localizadas, algunas pueden ser del s. XIII. Parece atestiguada en documentación del s. XV. Hay una inscripción de 1645. En 1863, Felipe Ariño solicita la concesión de la cueva para evitar su deterioro. En 1868 ya hay un guía oficial. Ese año, los ingenieros de minas P. Sampayo y y M. Zuaznávar publican “Descripción con Planos de la cueva llamada de Atapuerca”. L. March, en 1906, menciona la presencia de pinturas. En 1910 Jesús Carballo descubre el yacimiento de la Edad del Bronce, y pinturas, en el acceso de la cueva. Investiga allí entre 1911 y 1912. En esa época lo visitan y estudian el abate Breuil y Hugo Obermaier, interesados especialmente por las pinturas rupestres, sobre todo por la pintura de una cabeza de caballo, localizada en dicha entrada por Carballo. En 1925-30, J. Martínez-Santaolalla estudia figuras y cerámicas de la cavidad, e incluye el Portalón en su estudio sobre el Neolítico de Burgos. En los años cincuenta, el grupo espeleológico Edelweis cartografía la cavidad. En 1964 y 1966 excava en ella Francisco Jordá. En 1972, G.A. Clark, realizó una serie de sondeos en la sierra, constatando que la potencia estratigráfica de El Portalón superaba los de 2 m de profundidad, e incluía al menos desde el Eneolítico hasta la Romanización. La interesante secuencia obtenida, junto con los hallazgos parietales en la Galería del Sílex (sella desde antiguo, Edelweis descubre el acceso a ella en 1972), llevaron a J. Mª Apellániz, a desarrollar en El Portalón campañas sistemáticas de excavación entre 1973 y 1983. Desde el año 2000 se suceden las campañas de la nueva fase de excavaciones, bajo la dirección colegiada de J. Arsuaga, E. Carbonell y J.M. Bermúdez de Castro.

Cueva Mayor y el karst de Atapuerca

Cueva Mayor, integrada en el complejo kárstico multinivel de la Sierra de Atapuerca, corresponde a un karst senil, al menos desde finales del Pleistoceno Medio. Enlaza, a través de un recorrido complejo, con la Cueva del Silo (muy alterada por los destrozos de los visitantes, con acceso en sima, se ha recuperado algo de material y localizado arte parietal similar al de la Galería del Sílex, que indican su uso durante la Prehistoria Reciente) y a través de ésta con Cueva Peluda a la que los estudios espeleológicos relacionan con el conducto principal en la cueva del Silo. Además de los dos abiertos en la actualidad, los espeleólogos hablan de otros siete accesos exteriores colmatados desde el Pleistoceno. Portalón, la Galería del Sílex, el Salón del coro y la Galería de las estatuas pertenecen al nivel superior del complejo kárstico.

Una cueva utilizada durante medio millón de años

En la fase más antigua de uso de la cueva, hasta ahora, en El Portalón y en el recorrido subterráneo subsiguiente está atestiguada la presencia de comunidades del Pleistoceno. El más conocido, de hace medio millón de años, en la Sima de los Huesos, aunque probablemente ligada a una entrada cercana, hoy cegada. También lejos de la entrada, en el tercio final de la Galería de las Estatuas, donde la galería se ciega, se han realizado sondeos desde 2008 en los que, con una antigüedad en torno a 50.000 años, se ha encontrado industria lítica musteriense en sílex y cuarcita, junto a restos de fauna (caballos, ciervos y bóvidos, algunos restos de carnívoros como zorros). En El Portalón, lo más antiguo excavado contiene con algunos restos líticos de grupos humanos del Pleistoceno Superior). Siguió siendo usada en las fases iniciales del Holoceno (nivel del Mesolítico en el Portalón). Los grupos de cazadores recolectores conocieron un Portalón con una morfología muy diferente, enlazaba desde la entrada en una prolongada rampa hasta el Salón del Coro.

Aunque, como se ha constatado en galerías como la Galería de las Estatuas, hay evidencias de actividad humana de carácter puntual en el Neolítico, la fase de uso más intensivo y continuado parece corresponder a la Prehistoria Reciente, durante el Calcolítico y la Edad del Bronce. Para entonces, la progresiva colmatación natural del sector N del vestíbulo y la tendencia del sedimento a la horizontalidad habían individualizado el Portalón, y facilitaron su uso como asentamiento. Las excavaciones de El Portalón indican que fue lugar de enterramiento en el Calcolítico. En la vecina Galería del Sílex, y en menor medida en el resto del recorrido subterráneo (en especial en otras tres grandes galerías de la cueva, Estatuas, Baja y Silo), parece acreditarse su función como “Santuario”, con rituales funerarios, arte rupestre, y gran cantidad de elementos asociables a celebraciones simbólicas. En la Edad del Bronce, El Portalón sirvió de asentamiento más o menos permanente, centrado sobre todo en la actividad ganadera.

Además de los visitantes ocasionales que dejaron su firma desde la Edad Media en las paredes de las galerías, los niveles superiores de El Portalón muestran estancias ocasionales o de corta duración (posiblemente ligadas al pastoreo, caza, explotación de la madera, etc.) en la Protohistoria (Edad del Hierro, con fechas del 790-420 BC) y en época romana (por las inmediaciones de la cueva discurre una vía secundaria, un ramal de la vía romana Asturica Burdigalam, lo encontrado se situaría a caballo entre el s. I a. C y el s. I BC). La dinámica de uso temporal u ocasional del vestíbulo como refugio de pastores o aprovechamiento de los recursos del bosque pervive en la Edad Media (s. X a XII), y será ya mucho más escasa en épocas posteriores.

El yacimiento de El Portalón durante el Calcolítico – Edad del Bronce

El Portalón es una entrada de Cueva Mayor, la cavidad principal de la cara Sur de la sierra de Atapuerca. Es el acceso principal conocido en época histórica. Ubicado en el fondo de una dolina, no llegó a colmatarse por aportes externos. En esta sala de entrada, que supera los doscientos metros cuadrados de superficie, las excavaciones han identificado una amplia secuencia estratigráfica de cerca de 10 metros, que se extiende desde el Pleistoceno Superior hasta la Edad Media. En el periodo que aquí nos interesa, los datos indican su uso como “santuario” o “lugar de enterramiento” durante el Calcolítico. Y el asentamiento de comunidades, a lo largo de la Edad del Bronce, que lo usan como hábitat permanente.

Durante el Calcolítico (III milenio a. C.), este gran vestíbulo de la cavidad fue utilizado como lugar de enterramiento. Aprovechando la abundancia de grandes piedras dentro de la cueva, las reorganizaron formando una estructura tumular en la que depositaban los cadáveres de sus muertos junto a objetos rituales. Muchos de estos enterramientos fueron alterados por las gentes del Bronce que vinieron después. Pero, en 2012 se excavó un cadáver intacto de un niño de 6 años. Fue enterrado en una fosa preparada con piedras, rodeado por un ajuar de objetos de cerámica alrededor de la cabeza, el pecho, las rodillas y los pies. A sus pies se localizó el cadáver casi completo de un cervatillo.

El análisis de los enterramientos aporta información importante sobre la los inicios de la agricultura y la ganadería. El ADN recuperado en algunos de los fósiles humanos descubiertos en El Portalón, datados entre hace 3.500 y 5.500 años, identifica la migración como principal agente de la expansión del Neolítico por Europa. En el caso de la península ibérica, estuvo protagonizada por grupos preindoeuropeos que se mezclaron con las poblaciones locales de cazadores-recolectores.

En los niveles de la Edad del Bronce (II milenio a. C.), en El Portalón se localiza de asentamiento más o menos permanente. Por los datos publicados en 2015, las excavaciones arqueológicas demuestran la intensidad actividad en su interior, que incluye su uso para estabular fauna doméstica, o complejas estructuras creadas rellenando espacios con aporte de tierra desde el exterior, para hacer la cavidad más habitable. A lo que se sumarían las estructuras localizadas en superficie en las galerías interiores (silos, etc.). En el recorrido subterráneo también se aprecian evidencias de su aprovechamiento funcional, dada la localización de abundantes silos de almacenamiento, y depósitos de agua (aunque con reservas en cuanto a su cronología).

Hay muchas evidencias de la vida cotidiana de estas gentes. Se ha recuperado una gran cantidad de objetos: cerámicos (platos, cuencos, ollas, grandes vasijas, queseras y jarras), algunas de ellos grabados y decorados con gran calidad, singulares, probablemente de prestigio o rituales; objetos de hueso, asta o marfil, para uso cotidiano (espátulas, cucharas, agujas, punzones, puntas de flecha, etc.); objetos de piedra, ya sea de finalidad agrícola (dientes de hoz, molinos, láminas, cuchillos, hachas pulimentadas, percutores de talla), o textil (pesas de telar); metálicos (escasos, algunos punzones de sección cuadrada, un hacha plana). También aparecen objetos de adorno personal o ritual (botones, cuentas de collar, adornos hechos de concha). La abundancia de restos de fauna refuerza la tesis de una comunidad centrada en la actividad agroganadera, complementada con la caza.

El "Santuario" de la Galería del Silex

A la derecha de la zona del Portalón se accede hacia la Galería del Silex. Ésta tuvo un acceso exterior en una dolina cercana al Portalón. Un derrumbamiento en las postrimerías de la Edad del Bronce (2.800-2.700 B.P.) la selló. Y la suma de derrumbes y rellenos cerraron también el acceso desde El Portalón, hasta que en 1972 el G.E. Edelweiss desobstruyó parcialmente el acceso.

Los trabajos, realizados entre los años 70 y 80, documentaron evidencias líticas (percutores, nódulos de sílex, puntas foliáceas, un elemento de hoz, etc.), en parte talldas con material proveniente de la explotación de una cantera de sílex situada al final de la Galería), de hueso trabajado (principalmente elementos apuntados), de restos de huesos de fauna doméstica y salvaje. Y la presencia de restos humanos de al menos 25 individuos, unos 9 círculos de piedras, 3 silos, 1 gran estructura construida con arcilla y espeleotemas rotos para el almacenamiento de agua (asociada a una zona de filtración y goteo). Así como y un amplio repertorio de fragmentos cerámicos cuyo estudio evidencia el uso de la Galería desde el Neolítico (6.500-6.300 B.P.) hasta el Bronce Final (2.800-2.700 B.P.).

En las paredes de la Galería del Sílex se documentó un amplio corpus iconográfico de arte esquemático (casi 400 motivos), compuesto por pinturas negras y rojas, y grabados distribuidos en 53 paneles. La temática se compone de formas lineales y geométricas (retículas simples y con apéndices laterales, parrillas, trazos simples, puntos formando hileras, arboriformes, soliformes, pectiniformes, tectiformes, zigzags, ondulados, etc.), de formas antropomorfas, y en menor número, de representaciones humanas y animales. Los momentos de ejecución de las representaciones artísticas de la Sierra de Atapuerca, establecidos por las relaciones estilísticas existentes entre motivos decorativos de las cerámicas y grafías rupestres, por la datación radiométrica de figuras pintadas con carbón, y por la tipología de los motivos, representan un espectro temporal amplio, relacionado con las ocupaciones de la Galería del Sílex, abarcando quizás desde momentos neolíticos hasta el Bronce Final.

La asociación y la distribución espacial de las evidencias líticas, óseas, paleontológicas, cerámicas, antropológicas y artísticas de la Galería del Sílex ponen de manifiesto un registro arqueológico desvinculado de actividades de carácter económico. Este reducido conjunto no muestra un patrón asimilable a yacimientos con registros de habitación. El estudio de las cerámicas indica una dispersión espacial (fragmentos cerámicos de un mismo recipiente se encontraban en diferentes puntos de la cavidad) que evidencia la intervención antrópica en la fracturación de las vasijas en el interior de la Galería y su posterior deposición. La distribución de los restos humanos en pequeños grupos muestra la existencia de una deposición secundaria de los cuerpos, la existencia de grupos formados por esqueletos incompletos de varios individuos y, en uno de los cráneos, la existencia de raspados antrópicos que evidenciarían un tratamiento previo de los cuerpos antes de su deposición última en el interior de la Galería. Todos estos elementos apuntan a la realización de actividades relacionadas con el mundo funerario y donde el carácter colectivo de los enterramientos y el ritual (cerámicas y arte principalmente) hubieron de jugar un papel importante, aceptándose de este modo el término de Santuario para la Galería del Sílex.

Evidencias arqueológicas de la Prehistoria Reciente en el resto de galerías

Hay evidencias arqueológicas del uso y tránsito en la Prehistoria del largo recorrido de grandes salas y galerías al que se accede desde la izquierda de El Portalón, tanto en la gran sala del Salón del Coro, como en las tres grandes galerías que parten de ella: Galería de las Estatuas, Galería Baja (totalmente colmatada en su tramo final, en el que enlazaría con el yacimiento pleistocénico de Trinchera – Sima del elefante), y Galería del Silo (que nos lleva por un complicado camino hasta la Sima de los Huesos).

En la Galería de las Estatuas, estudios y sondeos realizados desde 2008 muestran, (además de la presencia de loa neandertales mucho antes) estancias ocasiones en el Neolítico. En esta galería, en la Galería Baja y en la del Silo, así como en el Salón del Coro (aunque en es este las evidencias son más escasas), hay varias zonas con arte parietal postpaleolítico, así como huellas de un uso tal vez asociable a la comunidad de la Edad del Bronce que vivía en el Portalón: numerosos pozos o silos excavados en la arcilla, y unas pequeñas presas apara acumular agua subterránea.

Un futuro prometedor

Con la esperanza de los investigadores de que en el futuro, las excavaciones en Cueva Mayor arrojen más datos sobre la presencia de neandertales y cromañones en el periodo entre los 127.000 y los 11.000 años BP, los niveles excavados de la Prehistoria reciente en la cueva arrojan una importante luz sobre las primeras comunidades de agricultores – ganaderos en esta región. Permiten aclarar un poco el proceso de conformación europea y peninsular de este nuevo mundo, formado por gentes y culturas que llegan para asentarse, y se fusionarán con los grupos de cazadores-recolectores que dominaron el continente durante milenios. Como en Trinchera, aquí también Atapuerca nos promete para el futuro hallazgos importantes.

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4 abril 2016 1 04 /04 /abril /2016 11:34

Trinchera del ferrocarril y Sima del elefante

La sierra de Atapuerca es uno de los más importantes enclaves arqueológicos/ paleoantropológicos del mundo. Sus yacimientos albergan evidencias fósiles, y arqueológicas (industria lítica, huesos de fauna con marcas de carnicería, etc.), de toda la secuencia de homínidos que ha habitado el continente europeo, desde hace un millón trescientos mil años, hasta el presente. Fósiles humanos con una calidad excepcional, y en un volumen sin igual (de algunos de los homínidos europeos, Atapuerca alberga más del 80% de los restos recuperados en el continente). Es uno de los escasos sitios en los que se han recuperado restos humanos de más de un millón de años. Cuenta con el excepcional enclave de la Sima de los Huesos, hasta la fecha probablemente la evidencia más antigua de prácticas de enterramiento, de hace cerca de medio millón de años. Y sólo se ha excavado hasta la fecha una pequeña parte de cada yacimiento.

Aquí nos vamos a centrar en los tres que son visitables, los localizados en la antigua trinchera del ferrocarril una visita que desde luego se puede considerar como imprescindible para un historiador, ineludible para un prehistoriador, y maravillosa para cualquiera con afición por la Historia con mayúsculas.

Una sierra que domina un corredor natural

Situada a unos 15 km al este de la ciudad de Burgos, la sierra de Atapuerca, a 1085 m s. n. m. y elevada poco más de setenta metros de su entorno más cercano, domina el corredor de la Bureba, Un corredor natural que conecta las grandes cuencas del Ebro y del Duero, y que está flanqueado, a un lado por las masa montañosas que se continúan hacia la cordillera Cantábrica y el Pirineo; y al otro lado por la propia sierra de Atapuerca y la sierra de la Demanda, que es el remate septentrional de la larga alineación montañosa de la Cordillera Ibérica.

El paisaje de la sierra ha evolucionado al ritmo de los ciclos de erosión-sedimentación y ascenso durante el Neógeno, y de la excavación de los actuales valles fluviales durante el Cuaternario. De ahí los 14 niveles de terrazas que se suceden desde casi cien metros por encima del cauce actual del río Arlanzón. Y ahí está también el origen del importante complejo kárstico excavado en la sierra de Atapuerca.

El complejo kárstico de Atapuerca

El complejo kárstico de Atapuerca abarca una secuencia subhorizontal de tres niveles de conductos, colgados a 90, 70 y 60 m sobre el actual cauce fluvial. En este karst, de casi cinco km de conductos explorados, sobresale el Sistema de Cueva Mayor-Cueva del Silo, Cueva Peluda y Cueva del Compresor, y las cavidades de Trinchera: Sima del Elefante, Gran Dolina y Complejo Galería.

La confluencia de la abundancia de cavernas en la sierra, amplias y bien orientadas, que dominan este corredor natural, en un paisaje variado enriquecido por los ecosistemas derivados de la transición entre los dominios de montaña y llanura fluvial, y la conexión entre cuencas fluviales, explica la presencia humana ininterrumpida en este entorno desde hace más de un millón de años, y la larguísima secuencia de ocupaciones en las cavidades estudiadas hasta la fecha.

Una investigación en varios frentes

Aunque varias cavidades de la sierra son conocidas desde antiguo, la excavación a finales del siglo XIX de una trinchera que atravesaba la sierra, para permitir el paso de un ferrocarril minero, puso a la luz el sedimento de cavidades colmatadas desde hace miles de años. Tras décadas de abandono tras finalizar la actividad del ferrocarril, y de actividad de espeleólogos aficionados que alteraron parte de la Sima de los Huesos, las investigaciones paleontológicas de T. Torres en la década de los setenta sacaron a la luz también un mandíbula humana, que animó al catedrático Emiliano Aguirre a comenzar una investigación de los yacimientos de la sierra que ha continuado hasta hoy, bajo la dirección de J. Arsuaga, E. Carbonell y J.M. Bermúdez de Castro.

Hasta la fecha, las investigaciones en la Sierra de Atapuerca se han centrado en varios frentes: los yacimientos localizados en la trinchera del ferrocarril de (Sima del Elefante, Gran Dolina, y Galería – Covacha de los Zarpazos); las cavidades abiertas en la sierra (Cueva Mayor, Cueva del Mirador y Cueva Ciega; y varios yacimientos al aire libre (Hotel California, Hundidero, y Valle de las Orquídeas).

Los yacimientos de la Trinchera de Atapuerca

1. TRINCHERA - SIMA DEL ELEFANTE (TE)

Localizada a ambos lados del corte de la Trinchera del ferrocarril. Se trabaja en uno de los lados desde años 80, con excavaciones sistemáticas desde 1996. A la luz de lo que se conoce, el espacio que se excava corresponde a la sección transversal de una antigua galería kárstica de más de 15 metros de altura y 18 metros de anchura máxima, totalmente colmatada de sedimentos pleistocenos. Incluida en el complejo kárstico de Cueva Mayor/Cueva del Silo, se localiza al final de la Galería Baja de Cueva Mayor, desconociéndose aún la relación sedimentológica entre ambos sitios. La estratigrafía muestra una sucesión de fracturas y hundimientos de las galerías adyacentes, y una compleja historia en la que poco a poco se añaden sobre los accesos del sedimento y su evolución, con niveles de tipo erosivo, flujos detríticos, sedimentación de flujo por gravedad, depósito de corrientes hídricas relativamente organizadas, etc.

La secuencia estratigráfica completa alcanza los 25 m de potencia. Alberga abundantes evidencias del Pleistoceno Inferior y Medio. En los niveles superiores se recuperó industria lítica de Modo 3 (Musteriense). Más antiguos, encontramos niveles del Pleistoceno Medio-Final de entre doscientos y trescientos cincuenta mil años de antigüedad con abundantes restos paleontológicos e industria lítica del Modo 2 (Achelense).

Los niveles inferiores presentan una inversión paleomagnética (chron Matuyama), que los situaría antes de los 780. 000 años BP de dicha reversión magnética. Entre ellos destaca el nivel TE9c, con una datación absoluta por encima del millón doscientos mil años, en el que junto a industria lítica del Modo 1 u Olduvayense, y restos de fauna con marcas de carnicería (marcas de corte y fracturas), localizaron una mandíbula y una falange de Homo, que los sitúa en el reducidísimo grupo de restos humanos europeos con esa antigüedad.

2. TRINCHERA GALERÍA (TG) y COVACHA DE LOS ZARPAZOS

Fue el primer yacimiento excavado de forma sistemática. En 1978 se trabajó en los derrubios del frente de cantil de las paredes de la trinchera del ferrocarril. Hacia 1980-1981 se empieza la excavación sistemática.

En conjunto se trata de una galería subterránea totalmente colmatada, de 16 metros de potencia, El hundimiento del techo de la galería formó la chimenea en forma de sima. Una trampa natural donde caían (o eran empujados por los cazadores) numerosos animales, luego aprovechados por los humanos y otros carnívoros, que entraban por una pequeña embocadura, identificable con la zona izquierda del yacimiento, una oquedad conocida como Covacha de los Zarpazos.

Los depósitos de Galería, ricos en fauna y evidencias antrópicas, son anteriores a los 200.000 años. Se dató entre 180.000 y 200.000 años BP un espeleotema del techo de la cavidad, del último momento de sellado por colmatación de la cavidad. El inicio de la secuencia estratigráfica, a la luz de la fauna, ronda los 400.000 años BP.

La excavación de los sucesivos paleosuelos de ocupación humana diferenció 6 niveles con abundante industria lítica del Modo 2 (Achelense). La industria (en silex y cuarcita), y las características de los restos de fauna con marcas de descarnación, indican presencias esporádicas de aprovisionamiento. El lugar de habitación se ubicaría en la cercana cavidad de Gran Dolina. También se ha encontrado un fragmento de cráneo perteneciente a Homo heidelbergensis.

3. TRINCHERA – GRAN DOLINA (TD)

Situada a sólo cincuenta metros de Trinchera - Galería. En el año 1978 empiezan los primeros trabajos en el yacimiento, y en 1981 comienza la excavación. Mientras la excavación en área sigue avanzando lentamente (ante la densidad de evidencias) en los niveles superiores, un sondeo lateral iniciado en 1993 permitió alcanzar los niveles más antiguos.

Según los datos actuales, Gran Dolina se abre por primera vez al exterior hace aprox. un millón de años. El derrumbe del techo de la cavidad propició que empezara a rellenarse con sedimentos exteriores. Durante miles de años, este proceso de sedimentación convivió con el uso de la cavidad como lugar de hibernación de osos de la especie Ursus dolinensis, y como lugar de carroñeo de ungulados que caían en esta trampa natural. Carroñeo en el que también participaron los homínidos, como se constata en el nivel TD4.

Poco a poco la trampa fue perdiendo eficacia pero, a cambio, fue ganando interés como refugio para las hienas (niveles TD5 y TD6). Y para esporádicas visitas, y tal vez lugar temporal de refugio, de grupos humanos. En los inicios del TD-6, las ocupaciones humanas fueron ganando en intensidad, en una fase de clima más cálido que el actual.

En dicho nivel (o Estrato Aurora), la presencia de fósiles de rata de agua 'Mimomys savini' le aseguraban al menos 600.000 años, y la constatación por datación paleomagnética que se había depositado antes de la fase de polaridad inversa de la reversión Brunhes-Matuyama le garantizaban una fecha anterior a los 780.000 años. Los investigadores calculan ahora una antigüedad de 850.000 años para este estrato TD6, repleto de fauna, con más de 200 útiles de ind. Lítica. Pero lo más destacado es la recuperación de restos humanos de al menos seis individuos: dos niños, de entre 3 y 4 años, un preadolescente de 10-12 años, un adolescente de unos 14 años, y dos adultos jóvenes de unos 20 años. Los restos humanos aparecieron revueltos y literalmente cubiertos por restos de fauna y de la talla de útiles. Y en varios casos presentan marcas hechas con sílex que indican el destazado, es decir, el desmembrado y descarnado de los restos. Todo ello en consonancia con posible canibalismo.

Las peculiaridades de los homínidos localizados permitieron a los investigadores definir una nueva especie, el Homo Antecessor, con unos patrones de crecimiento y maduración, tamaño corporal y proporciones, similares a las actuales.

Con el fin del Pleistoceno inferior, hace 780.0000 años, se documenta un abandono total (por causas hasta hoy desconocidas) de la cavidad por parte de los grupos humanos (niveles TD7 y TD8), mientras que las hienas siguen usándola (sobre todo en el nivel TD8).

Hace medio millón de años, vuelve a ser usada la entrada de la cueva de Gran Dolina, como hábitat y enclave referencial dentro del entorno de la sierra. La enorme cantidad de fauna y útiles encontrados (nivel TD10) constatan su habitación en el tramo central del Pleistoceno medio, desde hace unos 500.000 hasta hace unos 300.000 años.

En cuanto a la industria lítica, con una cada vez más cuidada selección de la materia prima a su alcance, la talla estandarizada de lascas les proporcionó una amplia variedad de útiles (puntas, raederas, denticulados). La principal actividad constatada en el estudio microscópico de huellas de uso es la de carnicería, aunque también se ha podido identificar el trabajo de piel y de la madera.

De las dos unidades superiores de las cuatro identificadas en TD10, la más moderna (TD10.1) muestra, como en otros conjuntos de Atapuerca, el consumo preferente de ciervos y caballos, y variedad de materia prima en la factura de útiles. La unidad TD10.2, sin embargo, muestra la ocupación de la cueva por grupos extremadamente especializados en la caza y procesado de bisontes, y el uso casi exclusivo del sílex.

Por debajo de esta unidad, y con una cronología de más de 400.000 años, en TD10.3 y TD10.4, coetáneos a Galería y Sima de los Huesos, vuelven a aparecer las estrategias diversificadas (en cuanto a fauna consumida, y materia prima) características de Atapuerca. La excavación del TD10 irá aportando información sobre el mundo del Homo heidelbergensis.

Y la información que aporte el gran trabajo investigador que se está realizando en el conjunto de yacimientos de esta joya paleoantropológica que es Atapuerca, sin duda aportará novedades importantes al estudio de la historia de los homínidos en el continente europeo en el último millón de años.

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