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17 septiembre 2014 3 17 /09 /septiembre /2014 15:33

Antón Geesink, la gloria en unos segundos

El judoka holandés Anton Geesink (1934-2010) debe su fama legendaria a la hazaña de ser el judoka que logró, por primera vez en la historia de este deporte, vencer en la categoría Open a los judokas japoneses, que hasta ese año siempre se habían colgado la medalla de oro.

La suma de físico y mente

Geesink tenía un físico espectacular. Rondaba los dos metros y superaba ampliamente los 120 Kg, de músculo. Pero a ello se añadía una cabeza muy bien amueblada para el deporte de élite y, como todo campeón del judo, una gran capacidad de estrategia en combate.

Supo también aplicar el viejo adagio de: “si no puedes con alguien…únete a él”: se fue a Japón a mejorar técnica y capacidad competitiva. Así que, a los japoneses les venció alguien que en cierto modo era “un poco japonés”.

GEESINK-judo.gif

Una Carrera llena de triunfos en el Judo

Obtuvo 17 títulos en Campeonatos europeos. En 1951 Geesink quedó segundo en el Campeonato Europeo en 1951, en su primera participación. Lo ganó al año siguiente. Y lo siguió ganando (en una época en la que la división en categorías y pesos todavía era una novedad en desarrollo, distinta a la actual) en categoría Open (1953, 1954, 1957 a 1960, 1962 a 1967), y en la de más de 93 kilos, en (1962 a 1964).

En los Mundiales de Judo, fue bronce en categoría Open en el campeonato Mundial de Judo de 1956 en Tokio. Ganó esa categoría en el de París de 1961. Y repitió triunfo en 1965 en el de Río de Janeiro. 

Consiguió la medalla de oro en la categoría Open, en la Olimpiada de Tokio de 1964. Se retiró de la alta competición en 1967.

A lo largo de su vida como judoka alcanzó el grado de cinturón negro décimo dan, algo reservado a  muy pocos la mayoría japoneses: Toshiro daigo, Ichiro Abe y Yoshimi Osawa, que son los tres reconocidos como tales por Kodokan, la escuela japonesa madre del Judo.

Fue elegido en 1987 miembro de la asamblea del Comité Olímpico Internacional, al que siguió ligado hasta su muerte.

Un deporte japonés

Con el tiempo, Japón ha ido asimilando, más o menos, que no consigue todas las medallas en uno de sus deportes nacionales. Pero en los años sesenta, en la época del resurgir japonés después de la Segunda Guerra Mundial, vencer en Judo, sobre todo en la categoría Open, a la que se asociaba todo el peso de la tradición, era una cuestión de orgullo nacional. Nadie les había vencido nunca.

Geesink no era un desconocido. Campeón europeo, bronce en el mundial de 1956, ya hizo historia al vencer en esa categoría en el Campeonato del Mundo de 1961. Pero Japón quería solucionar esa “anomalía” en la Olimpiada de 1964, que se celebraba nada menos que en Tokio, en casa.

La tragedia nacional de la final de 1964

El Judo llegó a la Olimpiada de verano de Tokio como deporte de exhibición. Pero en Japón era mucho más que un deporte. Vencer era cuestión casi nacional. De las cuatro categorías, Japón dominó en su Olimpiada en las de los pesos ligero, medio y pesado.

Quedaba la categoría Open, que siempre ha tenido para ellos un valor especial, como esencia y reflejo de la tradición del Judo. Geesink había vencido en semifinales al australiano Boronovskis por ippon en 12 segundos. Kaminaga había vencido al filipino Ong en solo cuatro segundos.

Y ese 23 de octubre de 1964, en la final olímpica Open de Judo, ante el campeón local Akio Kaminaga, un intento del holandés de proyección de hiza-guruma (tal vez más orientada para llevar al japonés, de menor envergadura, a combatir en suelo) y la posterior inmovilización de kesa-gatame por Geesink hasta el límite de tiempo, supuso una enorme desilusión para 15.000 desolados espectadores japoneses del pabellón. Y para todo el país. Se habló incluso de suicidios, de humillación nacional.

Hoy en día Japón sigue siendo la potencia de referencia en el Judo, pero su universalización y el esfuerzo de federaciones como la francesa, la brasileña, la coreana, la de los países del este, etc., hace que sea ya algo normal que el medallero esté repartido.

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